domingo, 19 de marzo de 2023

CAPÍTULO 3 – galaxia NARRAR


 

el encuentro cósmico es esta vez como en la poesía con una galaxia enorme y muy antigua, una de las curiosas características que en este universo infinito nos convierte en esto que llamamos seres humanos

el narrar

desde nuestro primitivo encuentro con la vida, con el fuego, con los terrores y maravillas de la naturaleza

contar

tejer con palabras una historia

una historia larga y antigua

una historia corta y reciente

un relato de hechos de algo que sucedió en la realidad, o que se inventan con la imaginación o –lo más frecuente- una mezcla de esas dos posibilidades

los planetas y lunas y asteroides y estrellas y sistemas gigantes en la galaxia narrativa: crónica, cuento, novela, carta, relato histórico, leyenda, mito, relato periodístico, poema épico, bitácora, diario personal, diario de viajes, teatro, anotación personal, etc.

en la infancia nos encontramos con ese tiempo afuera del tiempo de los cuentos clásicos: había una vez

vamos conociendo relatos que provienen de culturas lejanas o cercanas, fantasías en sí mismas o cuentos con finalidad como las fábulas o cuentos religiosos

y en un pequeño aparte de la literatura en la cultura actual consumimos historias: series y películas, novelas, que nos atrapan en su manera de contarnos algo

en general no es tema de lo que nos están contando lo que nos atrapa sino el cómo se nos cuenta

una historia puede empezar por el principio y seguir el tiempo linal, o puede empezar por el final o por la mitad e ir y venir, puede estar lleno de trucos como que una cosa al final es lo contrario de lo que se dice al principio

una historia nos puede llevar al asombro, al miedo, a la sorpresa, a la complejidad, a la risa, al llanto

en algún punto algo o alguien puede ser con que o con quién nos identificamos, una historia a veces leída la sentimos con la misma intensidad que si la estuviésemos viviendo

por otro lado contar es un hacer que a veces se nos vuelve difícil cuando lo hacemos por escrito –cuando conversando fluye-

nos cuesta saber si abundar en detalles o al contrario hacer un recorte y una síntesis, nos exigimos formas y el “escribir bien”, la originalidad y hacer atrapante el relato, exigencias todas que nos van trabando y alejando de lo que tenemos ganas de contar

imaginando sabemos o intuimos que cualquier circunstancia humana, por más mínima e insignificante que parezca puede volverse un cuento

dice Ricardo Piglia

Todas las historias del mundo se tejen con la trama de nuestra propia vida. Lejanas, oscuras, son mundos paralelos, vidas posibles, laboratorios donde se experimenta con las pasiones personales.

texto de Piglia Clik

Toda historia comporta una utilidad, de alguna u otra forma. Ya sea algún consejo, alguna mirada o alguna experiencia digna de ser transmitida. Pero sobre todo constituye una forma de comunicación artística capaz de reproducir un universo completo en la imaginación de los lectores-receptores y de suscitar una emoción concreta. El arte de la ficción tiene cierto componente mágico por esa capacidad de crear un significado de la nada, tan solo a través de imágenes verbales articuladas por la voz de un narrador ficticio. Es el arte de mostrar verdades a través de una gran mentira.

Estamos hablando de «arte»  y, sin embargo, muchos autores insisten en el carácter artesanal de la narración. La narración es un oficio que cumple una importante función social y cultural. El narrador establece una relación artesanal con su material (la experiencia de la vida humana y su imaginación) y lo transforma con sus herramientas en un producto bello, útil y único.

 

Un texto narrativo –ya sea escrito o hablado- es como un organismo vivo:

tiene su respiración y su pulso, en sus pausas, sus colores

tiene voces dentro de una voz, vibraciones rítmicas de las palabras con las que se evocan instantes, hechos, pensamientos, sentimientos, señales de los sentidos y la percpepción

tiene su personalidad, su forma de ser

porque una historia se puede contar de mil maneras

el cómo contar, qué contar y a quién contarlo hacen a el atractivo y misterioso azar de la literatura como hacer humano y de comunicación

al contar una historia podemos por lo menos traicionar al tiempo –que en nuestro vivir nos domina y arrastra de manera tan indetenible-

podemos ir hacia atrás, detener el tiempo, viajar al futuro e incluso entrar en ese tiempo mítico –el tiempo afuera del tiempo de algunos relatos fantásticos

podemos ser otros, jugar a ser pequeños dioses omniscientes decidiendo destinos de nuestros personajes

podemos asombrarnos y llegar a sentir que la historia “cobra vida propia” –una sensación que cuentan tener muchos escritores

unas palabras del escritor premio nobel Orhan Pamuk

El escritor es capaz de contar su propia vida como si fuera la de otro a la vez que cuenta con palabras las historias de otros que son tradición. La literatura es la experiencia más valiosa que el ser humano ha creado para comprenderse a sí mismo. Escribir te hace sentir que todos los seres humanos se parecen, que los demás tienen heridas parecidas y que por eso te comprenderán… Escribo para que todo el mundo sepa la vida que hemos llevado y seguimos llevando yo, los otros, todos nosotros 

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En la narración literaria, se busca “ponernos en la situación que vivieron otros” para acercarnos a sus experiencias. Si bien los personajes son seres imaginados por el escritor, son construidos con datos de la realidad para impactar a los lectores con el relato de lo que posiblemente experimentaron (Pamuk: 2007). Pero ¿quién es ese otro al que queremos representar? ¿Cuáles historias merecen ser narradas?

Ángeles Mastretta afirma que sus recuerdos de infancia en la ciudad de Puebla le permiten volver a presentar formas de hablar, vestir y hasta de callar de las mujeres en sus novelas Arráncame la vida o Mujeres de ojos grandes, transportándonos a situaciones que no nos pertenecen, sino a través de la narración. En tanto, Judith Butler afirma: “Una vida que ha contado como una vida que merece ser llorada, es una vida que necesita ser contada.”

Según Heidegger, el escritor se ubica en el daseinen el estar ahí (Heidegger, 1971). Yo agregaría no sólo se trata de estar ahí, sino de estar ahí siendo, viviendo los sentimientos que posiblemente experimentaron quienes ya no están ahí, en un ejercicio de fantasía creativa que nos permite la comprensión de el otro. Así, la literatura también es una forma de conocer. Porque nos lleva a lugares desconocidos y nos permite sentir, o “vivir” a través de nuestra imaginación, momentos o espacios donde no podríamos estar sino a partir de la lectura, lo que permite ampliar nuestro horizonte conceptual.

Habermas agrega que la literatura nos permite enfrentar la realidad desde diferentes perspectivas, enriqueciendo nuestra visión del mundo. 

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todos y todas podemos ser el escritor, no hace falta serlo de forma profesional, solo permitirnos el paso de comenzar a escribir

no hay recetas ni formulas

sí encontramos cada uno señales como en una ruta sin rumbo

pequeños trucos

contagios de lo que leemos

cosas que descubrimos porque nos funcionan con el ensayo y error de cada cual

 

ya veremos cómo las galaxias narración y poesía se habitan y se incluyen entre sí, se tocan como en esta cita de Borges

Hay que señalar otro hecho: los poetas parecen olvidar que, alguna vez, contar cuentos fue esencial y que contar una historia y recitar unos versos no se concebían como cosas diferentes. Un hombre contaba una historia, la cantaba; y sus oyentes no lo consideraban un hombre que ejercía dos tareas, sino más bien un hombre que ejercía una tarea que poseía dos aspectos. O quizá no tenían la impresión de que hubiera dos aspectos, sino que consideraban todo como una sola cosa esencial. 

“ero hay algo a propósito del cuento, del relato, que siempre perdurará. No creo que los hombres se cansen nunca de oír y contar historias. y si junto al placer de oír historias conservamos el placer adicional de la dignidad del verso, entonces algo grande habrá sucedido.

click texto de Borges

el año pasado en el capítulo 4 de Bestiario de escrituras que pueden re mirar en este mismo blog citábamos al escritor Paul Auster que nombramos en estos días

Un escritor contemporáneo que siempre reflexiona sobre el arte de narrar es Paul Auster, quien también "desacraliza" la literatura, dándonos a ver que todas las personas "comunes" tenemos la posibilidad de contar historias.

 

 La narrativa, sin embargo, se halla en una esfera un tanto diferente de las demás artes. Su medio es el lenguaje, y el lenguaje es algo que compartimos con los demás, común a todos nosotros. En cuanto aprendemos a hablar, empezamos a sentir avidez por los relatos. Los que seamos capaces de rememorar nuestra infancia recordaremos el ansia con que saboreábamos el cuento que nos contaban en la cama, el momento en que nuestro padre, o nuestra madre, se sentaba en la penumbra junto a nosotros con un libro y nos leía un cuento de hadas. Los que somos padres no tendremos dificultad en evocar la embelesada atención en los ojos de nuestros hijos cuando les leíamos un cuento. ¿A qué se debe ese ferviente deseo de escuchar? Los cuentos de hadas suelen ser crueles y violentos, describen decapitaciones, canibalismo, transformaciones grotescas y encantamientos maléficos. Cualquiera pensaría que esos elementos llenarían de espanto a un crío; pero lo que el niño experimenta a través de esos cuentos es precisamente un encuentro fortuito con sus propios miedos y angustias interiores, en un entorno en el que está perfectamente a salvo y protegido. Tal es la magia de los relatos: pueden transportarnos a las profundidades del infierno, pero en realidad son inofensivos.

Al fin y al cabo, la novela no es el único venero de historias. El cine, la televisión y hasta los tebeos producen obras de ficción en cantidades industriales, y el público continúa tragándoselas con gran pasión. Ello se debe a la necesidad de historias que tiene el ser humano. Las necesita casi tanto como el comer, y sea cual sea la forma en que se presenten –en la página impresa o en la pantalla de televisión–, resultaría imposible imaginar la vida sin ellas.

Por último, es solo el inicio del recorrido hacia semejante inmensidad: todo lo que se puede contar

El infinito en la cabeza de un alfiler

Esto que nos reúne a escribir leer decir contar escucharnos


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