Siempre recaigo en
volver de vez en cuando a pensar la escritura como un diálogo, que de hecho lo
es
a veces la singularidad
más interesante de ese diálogo es que no sé con quién ni cuando estoy
charlando, ni si por alguna vía llegará una respuesta a mis palabras –es un
diálogo diferido
y al pensar en diálogo
pienso en lo que las palabras de los otros –uno o una o varios- me generan y a
la vez me desafían
las palabras del otro
hacen surgir en mi la fuente de otras palabras
las palabras de los
otros propician en mi una escritura propia
La dinámica de taller
de escritura por otro lado, es más un momento de contagio que una clase en el
sentido enseñanza –aprendizaje (como en la educación formal)
hay en el taller una horizontalidad
y una retroalimentación entre todos, como nos propone Ezquiel Ander-Egg en su
libro El taller una alternativa de renovación pedagógica:
A diferencia
de la clase
donde los alumnos
constituyen
"el auditorio", en
el taller forman
un "grupo de
trabajo",
llevando a
cabo un proceso
de aprendizaje en
equipo, ya
sea por
el trabajo de reflexión
como por la
acción. De este
modo los
saberes, capacidades y
habilidades de cada
uno
son tenidos
en cuenta como
un elemento fundamental
de
la dinámica
del proceso de
enseñanza-aprendizaje. El
conocimiento de cada uno y de todos confluye en el
trabajo
colectivo. Ya
no tienen que
repetir textos como
papagayos
culturales, sino
hacerse responsables de
su propio aprender
y también:
Para decirlo
en breve: el
taller reemplaza el
mero hablar
recapitulativo/repetitivo, por
un hacer productivo
en el que
se aprende
haciendo.
Por otra parte cuando
hablamos de escritura tiene un rol fundamental la consigna
LA CONSIGNA la podemos
nombrar como
un disparador
un desafío
una pregunta
una propuesta
una “tarea” a cumplir
una “piedra en el
estanque”
un puntapié
un golpe de dados que
no sabemos a dónde nos conduce
Como ha pasado en
algunos encuentros, por momentos esa
malditísima autoexigencia que muchos llevamos dentro (enemiga de soltarse a
escribir con libertad) toma a la consigna como una formula con la que hay que
cumplir
como si no pudiéramos
salirnos de un “resultado esperado”
Propongo por el
contrario a la consigna como una “excusa de juego”
y ahora sí voy a tomar
letra de un hermoso texto que conocí del lado de la expresión corporal pero
habla de lo mismo
se llama El arte de la
consigna y es de MARINA GUBBAY - DÉBORAH KALMAR referentes de la expresión
corporal en Argentina:
La consigna es aquello
que da el docente para tratar de generar algo en el otro.
Es un puente, una
manera de llegar al otro.
Es un estímulo verbal
para que el otro se ponga en acción.
Es pauta que trata de
llegar al otro con lo que se dice.
Es un modo de despertar
con la palabra la curiosidad en la exploración.
Es una dirección que
orienta la investigación.
Es un recorte, una
selección que favorece la atención.
Es lo que digo para que
el alumno se interese en algo.
Es una provocación que
genera imágenes y emoción.
Es un fósforo que
enciende.
Una consigna, y otra, y
otra, van generando un camino, con su comienzo, desarrollo y desenlace. El arte
de dar consignas tiene que ver con encontrar qué decir para que el otro se
ponga en acción en el sentido más amplio.
La consigna puede
enunciarse como pregunta, es el arte de generar las preguntas. Otras veces
pauta, ordena y organiza, también puede sugerir y provocar.
Como ven, en relación a
las consignas de escritura ese sugerir o provocar es a veces lo que “enciende
el fósforo”
y aquí también hablan
como decía al principio de un cierto diálogo:
consciente y el
inconsciente, improvisando entre esta asociación, a la vez, dirigida y libre.
Sería algo así como dejarse mover por el canto del río que brota desde su cauce
y, desde allí, se desparrama en movimiento con todo el permiso y con toda la
emoción que trae aparejada. Este es un modo de ir de la consigna del docente
hacia el enigma del alumno, dejándose llevar ambos por el misterio de la
improvisación y así, entrar en terreno desconocido.
el escritor Luciano
Lamberti dice de las consignas de escritura
Las consignas son
disparadores, formas de juego, pero también metas y desafíos que el escritor en
ciernes debe sortear. Fogwill decía que en un taller literario, mano a mano con
Pauls, él le ganaba. Más allá de la chicana, y de quién sería el hipotético
Profesor de ese grandioso taller, creo que lo quería decir es que en el fondo
cualquier escritor piensa a través de consignas, incluso de las más tontas (a veces
las más tontas son las mejores). Como es una hermosa mañana helada que ya
anuncia el invierno, y hoy me levanté generoso y dicharachero, acá van algunas
consignas de mi propia cosecha. Espero que les sirvan a ustedes, mis siempre
monstruosos lectores, para escribir cuentos vibrantes, llenos de sentido y
honestidad, que conmuevan a sus propios lectores y sigan resonando largamente
en ellos.
1. Tomar un libro
cualquiera de tu biblioteca. Leer el principio. Copiarlo. Buscar otro libro y
leer el final. Escribir todo lo queda en el medio. Acordarse de borrar el
principio y el final por obvias razones.
2. Escribir un cuento a
partir de la pregunta presente en este maravilloso cuento de Bradbury: ¿Qué
harías si supieras que esta es la última noche del mundo?
3. Leer “Biografía de
Tadeo Isidoro Cruz”, de Borges. Escribir la vida de un personaje desde que nace
hasta que se muere. Después pensar en el momento en el que ese personaje “sabe
para siempre quién es”, dejar lo necesario para que se entienda ese momento y
eliminar todo lo demás.
4. Leer este cuento de Hebe Huart
(Cómo vuelvo) y escribir una confesión de un personaje a un desconocido
En mayor o menor
medida, todo texto contiene una consigna. Es el “Y si…” del que se habla en
tantos manuales de guión. A veces es una chispa que se apaga enseguida, pero a
veces un incendio que termina por consumirlos a todos, empezando por el mismo
escritor.
Cualquier persona puede
inventar consignas y la idea desde este taller es que quien quiera pueda ser
tallerista del otro, ya sea realizando Talleres propios, o incluso con gente
amiga en ámbitos cotidianos
Hablando de ámbitos
cotidianos…
hoy en día mucho “tallerismo” de amigos se ha
dado y de lindas maneras por las redes sociales (en nuestra ciudad por ejemplo
generó libros colectivos con las propuestas de Alejandra Fernandez en pandemia)
y aparecen por allí
muchos desafíos a la poesía, a lecturas y escrituras, e incluso juegos
interesantes como en algunas placas que se comparten y usan el azar surrealista
para crear un lindo efecto
Inventar una consigna
es invitar a los demás a jugar
Para ello algunos
ingredientes son los llamados “temas”
el tiempo
la muerte
el amor
un hecho social e
histórico
y las podemos formular
sencillamente como “escribir acerca de…”
Vivencias más
específicas, objetos, sentimientos, todo lo interminable que hace a lo humano.
Y como cuando vimos el binomio fantástico, casi siempre es fructífero unir dos
elementos:
escribir algo con:
tristeza y ventana
amor y viaje
reloj y caballo
Otras formulaciones son
de forma:
escribir en primera
persona
cambiar todos los
verbos a futuro
usar palabras
inventadas
otras se presentan como
cuestionarios: 1. ¿Dónde estará ahora el agua con la que se lavó la cara esta
mañana? 2. De qué color son los bere-beres? 3. ¿Tiene experiencia previa? 4.
¿Quién mete tanto ruido? 5. ¿Qué piensan los sapos de las luciérnagas? 6. ¿Cada
cuanto tiempo? 7. ¿Cómo es la guerra? 8. ¿Quién se llevó el jarrón?
o también
contá cómo es tu barrio
cambiar formas y
géneros: pasar un poema a carta
una noticia a poema
escribir todo con un
color
y así
por supuesto las
consignas funcionan en cada persona de manera diferente, “prenden” más o menos,
incluso dependiendo del momento y del día y tantas cosas de la vida que
influyen en nuestra predisposición y nuestra “inspiración”
por lo tanto propongo
que nos larguemos a jugar con la imaginación a inventarle al otro consignas
para generar una escritura
y después se verá qué
surge
segura y misteriosamente emerge allí lo inesperado
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