el animal narrativo del bestiario nos propone tantos múltiples caminos, desde la llamada escritura del yo hasta la más fantasiosa ficción, estilos y ritmos, trucos y estructuras, reglas de juego establecidas y la ruptura de esas mismas reglas, el tablero de la escritura es infinito
fragmentos
escenas
núcleos
y catálisis
secuencias
narrativas
capítulos
partes
recortes
retazos
girones
tenemos
muchas maneras de armar historias
de “enfocar”
con palabras distintos puntos de vista que pueden tener cierto relato
esta
vez la idea es acercarnos a una manera de narrar “modelo para desarmar”
mediante piezas sueltas: POSTALES
como
pensar una secuencia de fotografías narradas, que remite de alguna manera a la
literatura epistolar (a la que ya volveremos en detalle otro día) como a esa
costumbre de tiempos analógicos en los viajes: enviar postales,, una foto con un texto atrás
un
texto personal, poético o narrativo, sentido o frío
El
filósofo Jacques Derrida escribió un libro “inclasificable” (es liteatura?
es cartas? es filosofía? es poesía?
titulado LA TARJETA POSTAL De Sócrates a Freud y más allá
“8 de junio de 1977.
es el nombre, como una salva de
tarjetas postales, siempre la misma que arranca de nuevo, quemando sus
estrofas, una tras otra probando hasta ti su suerte. Apenas acabo de poner en
el buzón la anterior, para no perderme de la recogida del correo cuando se
presenta, y heme aquí de nuevo de pie escribiéndote, de pie a mitad de la
calle, de pie con tanta frecuencia, sin poder esperar - y lo hago como una
bestia, y en ocasiones hasta recargado en un árbol. Pero también es que me
gusta escribir, a ti, de pie y aceptar ser sorprendido mientras lo hago,
exactamente la situación que rechazo en bloque cuando se trata de escribir otra
cosa, para otros y para publicarles. Y al mismo tiempo, sabes que no me gusta
escribirte estos fragmentos miserables, estos puntitos perdidos en nuestro
inmenso territorio, que apenas permiten verlo, imaginarlo incluso, que lo
ocupan tan brevemente como el punto sobre la I, un solo punto para una sola I,
infinitamente pequeño en un libro infinitamente grande. Pero (apenas puedo
soportarlo, aguantar este pensamiento con palabras) el día en que ya no sepa
hacerlo, cuando ya no me dejes poner los puntos sobre mis íes, el cielo se me
caerá encima y la caída no tendrá fin, me extenderé en el otro sentido de mi
soporte. Me lo dijiste un día, creo, escribo siempre sobre el soporte,
directamente sobre el soporte pero también en torno a él. Resultado previsible,
lo deformo, emprendo su destrucción mientras lo muestro, a él, en el proceso de
ser lo que se destruye, cae hecho pedazos, piéces un poco teatrales, luego se
incinera ante tus ojos y ya no quedan sino tus ojos. Tú entiendes que ésa es la
insoportable partición del soporte. Hay razones para no soportarla y lo
entiendo perfectamente en la medida en que soy razonable, como tú y como todo
el mundo, pero justamente está en juego la razón. Bueno. Por ejemplo si escribo
sobre tarjetas postales, pues escribo sobre las tarjetas postales. “Yo” empieza
también por una reproducción (mira, acabo de escribir reproducción: ¿has notado
que cometo cada vez más errores extraños, el cansancio o la edad, a veces la
ortografía se deshace, la escritura fonética vuelve con mayor fuerza, como en
la guardería donde por cierto no me sucedía, sólo les ocurría a otros a quienes
confusamente despreciaba -además de los lapsus o los “slips”, obviamente). Y
mediante una reproducción reproducida también en serie, siempre la misma imagen
sobre otro soporte, pero un soporte idéntico, difiriendo únicamente numero.
¿Desde cuándo existe la tarjeta postal “propiamente dicha”? ¿Lo sabes? El
diecinueve, necesariamente, junto con la fotografía y el timbre, a menos que...
Ganas de escribir pero primero de reunir una enorme biblioteca sobre el correo,
las instituciones postales, las técnicas y costumbres de la telecomunicación,
las redes y las épocas de la telecomunicación a lo largo de la historia -pero
justamente, la “biblioteca” y la “historia” no son acaso sino “postas”, lugares
de paso o relevo entre tantos otros, estasis, momentos o efectos de restancia,
y también representaciones particulares, cada vez más estrechas, secuencias
cada vez más cortas, proporcionalmente, de la Gran Red telemática, de la
worldwide connection. ¿Qué sería nuestra correspondencia, y su secreto, lo
indescifrable, en ese archivo aterrador? El deseo de vencer el principio
postal: no para acercarte al fin y arrebatarte, arrebatarle al fin la victoria
al alejamiento, sino para que me sea concedido, por ti, el alejamiento que me
atañe. ¿Crees tú que en algo nos atañe lo que sucedió entre S y p? Aparentemente,
pero es tan sólo una imagen, tienen la mirada puesta en otra parte, nunca hubo
lugar para nosotros en su pensamiento.”
clik en Derridá texto completo
El uso (¿transgresor?) de la tarjeta postal no aporta nada
específico al género epistolar -que por otra parte está de algún modo implícito
en toda forma narrativa- pero abre un espacio de fuga a las pretensiones de
inalterabilidad del acto comunicativo, por el que se cuelan todas las formas
literarias, las cuales intentan obviarlo mediante un arsenal de convenciones
recopiladas y algebratizadas, como arte o como ciencia, en la retórica.
Este
juego postal también nos remite a una forma, por no llamarle género, de
escritura llamado minificción , el relato breve y también los juegos
narrativos (que también veremos otro día) del grupo OU LIPO
“la minificción es un artefacto literario experimental,
lúdico, intertextual, extraviado del canon, elíptico, necesario de
participación (Breve manual (ampliado) para reconocer minicuentos). Es
verdad, pero así es toda la buena literatura. Siempre en ella hay
experimentación, juego, intertextualidad, elipse. En todo buen texto literario
es necesario un lector activo y, si es posible, avezado. En las buenas
expresiones literarias no hay pureza y los géneros pueden desaparecer,
fundirse, entremezclarse.”
en este
caso jugaremos a las postales para usar secuencias en un formato de texto
limitado por la medida postal, a lo que sale…
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