hay un
reguero de palabras direccionadas, guionadas cotidianamente mediante costumbres
y ritos, modismos, muletillas, convenciones…
una
tecnología como veremos nos acerca desde la invención del teléfono y al mismo
tiempo nos modifica el hablar, nos sitúa estrictamente en el género de la
conversación –que no necesariamente es lo mismo que un diálogo
todas
las personas tenemos muchas vivencias para recordar relacionadas con llamadas
por teléfono (lo nombro así porque el objeto teléfono nombrado así a secas ya
puede remitirnos al teléfono celular que es casi una computadora portátil que
se usa cada vez menos para la conversación o llamada telefónica)
la sorpresa,
la alegría del reencuentro, la vibración en el cuerpo de recibir una voz
querida
la
mala noticia, el aviso, la amenaza, la respuesta más esperada, un negocio, un
chusmerío o una llamada en broma
desde
las anécdotas de teléfonos compartidos o prestados, el ya casi desaparecido
teléfono público, la llamada a larga distancia, los cospeles, las tarjetas
el
término discar que nos quedó de aquellos aparados con la rueda de los números
en la
literatura, la poesía, en novelas y en películas y en teatro, el teléfono parece
a veces un personaje y a la vez un escenario en sí mismo
sirve
para sugerir mucho más de lo que dice, abre al lector un código que les es
familiar, ya que todos y todas participamos en esas convenciones
por
aquí una experiencia de poesía por teléfono reseñada de algún lugar:
En un
contexto influido por la prédica de Marshall McLuhan (para quien el teléfono se
constituía como uno de los medios más intrusivos) y a partir de la premisa de
que “el medio es el mensaje”, John Giorno, estrella del film de Andy
Warhol, Sleep, comenzó en los años´60 a hacer poesía usando como soportes
alternativos al libro, la radio, la televisión, los álbumes de discos o el
teléfono. Así fue como, entre otros proyectos, en 1968 nació el servicio Dial-A-Poem. Marcando determinado número, uno podía escuchar poemas
grabados de William Burroughs, Allen Ginsberg o John Cage entre otros, así como
también discursos de los Panteras Negras, sermones o mantras budistas y, en
general, diferentes producciones de obras de la literatura underground de la
época. El servicio Dial-A-Poem de Girono se convirtió en el antecedente directo
tanto de los servicios de arte “on demand” como de los email poems.
“El medio es el
mensaje” es una frase original de los años sesenta del siglo XX, cuyo autor es
Marshal McLuhan, un filósofo y enorme teórico de la comunicación. El tema es
que, originalmente, McLuhan quiso decir algo distinto al significado que ha
adquirido esa frase con los años.
El filósofo dijo “El
medio es el mensaje”, refiriéndose a que el medio a través del cual recibimos
la información nos afecta más que la información misma.
Dueño de un diseño
innovador y mayúsculo, que incluyó particularísimas imágenes e ilustraciones,
además de una colección de diferentes tipografías y efectos de lectura, en su
obra el erudito profesor explica que “todos los medios son prolongaciones de alguna
facultad humana, psíquica o física”. Para luego pasar a ejemplificar que el
libro es una prolongación del ojo, la ropa una prolongación de la piel y el
circuito eléctrico una prolongación del sistema nervioso central, y desarrollar
más ampliamente esta idea: “Los medios, al modificar el entorno, suscitan en
nosotros percepciones sensoriales de proporciones singulares. La prolongación
de un sentido cualquiera modifica la forma en que pensamos y actuamos, la forma
en que percibimos el mundo”. Por eso “cuando estas proporciones cambian, las
personas cambian”, concluye.
El teléfono pensado como
una prolongación de nuestra voz hacia un oído lejano y ausente en el lugar en
el que estoy
el teléfono como un
medio que si bien no es estrictamente el mensaje lo pausa, lo estructura, lo
fracciona en ritos, ritmos, muletillas
como cuando decíamos
imitando a las películas aloo
entre la necesidad de
síntesis y el otro extremo, quien se explaya y es imposible cortarlo
la sorpresa, el
suspenso, el chiste, el terror, el amor, la muerte, el pedido
tantos diálogos pasan a
traves del teléfono
que lo convierten en un
marco tentador para inventar y contar historias –y también hacer poesía-
dos textos con la
llamada telefónica como elemento principal
Dorothy Parker
Si no pienso en eso,
tal vez el teléfono suene. A veces lo hace. Si pudiera pensar en otra cosa. Si
pudiera pensar en otra cosa. Quizá si cuento hasta quinientos de cinco en
cinco, suene antes de que termine. Voy a contar lentamente. Sin trampas. Y si
suena cuando llegue a trescientos, no voy a parar, no voy a contestar hasta que
llegue a quinientos. Cinco, diez, quince, veinte, veinticinco, treinta, treinta
y cinco, cuarenta, cuarenta y cinco, cincuenta… Oh, por favor, llama. Por
favor.
Roberto Bolaño
Llamadas telefónicas
(Llamadas telefónicas, 1997)
B
está enamorado de X. Por supuesto, se trata de un amor desdichado. B, en
una época de su vida, estuvo dispuesto a hacer todo por X, más o menos lo mismo
que piensan y dicen todos los enamorados. X rompe con él. X rompe con él
por teléfono. Al principio, por supuesto, B sufre, pero a la
larga, como es usual, se repone. La vida, como dicen en las telenovelas,
continúa. Pasan los años
Una noche en que no tiene nada que hacer, B
consigue, tras dos llamadas telefónicas, ponerse en contacto con X. Ninguno de
los dos es joven y eso se nota en sus voces que cruzan España de una punta a la
otra. Renace la amistad y al cabo de unos días deciden reencontrarse.
AMOROSAMENTE, el poeta Federico también deja que el teléfono se meta en un soneto herido
EL POETA HABLA POR
TELEFONO CON EL AMOR (Sonetos del amor oscuro)
Federico García
Lorca
Tu voz regó la duna de mi pecho
en la dulce cabina de madera.
Por el sur de mis pies fue primavera
y al norte de mi frente flor de helecho.
Pino de luz por el espacio estrecho
cantó sin alborada y sementera
y mi llanto prendió por vez primera
coronas de esperanza por el techo.
Dulce y lejana voz por mí vertida.
Dulce y lejana voz por mí gustada.
Lejana y dulce voz amortecida.
Lejana como oscura corza herida.
Dulce como un sollozo en la nevada.
¡Lejana y dulce en tuétano metida!
Mario Benedetti ya nos
inventa un diálogo buscando un efecto algo perturbador:
Larga distancia
(Despistes y franquezas, 1989)
«Oh, you know me, Walter. You've known me
a long time.» A click and nothing.
TRUMAN CAPOTE
—Hola.
¿Quién?
—Buenos días. ¿René?
—Sí. ¿Quién es?
—No importa quién soy.
—¿Cómo que no importa?
—Verás que no.
—Un momento. Quiero saber con quién estoy
hablando.
—Ya lo sabrás. A su tiempo.
—No estoy para bromas. Adiós.
..........
—Hola.
—¿Otra vez?
—Sí.
—¿Vas a decir el nombre?
—Por ahora no.
—Entonces.
—Pero hombre, no seas esquemático.
—Chau.
..........
—Hola.
—Aquí estoy de nuevo.
—¡Qué pesado! O pesada. No sé bien.
—¿Y no tenés curiosidad por averiguarlo?
—Bah.
—René, no cortes esta vez. Es larga
distancia.
—¿De dónde llamás?
—De alguna parte.
—Ufa.
—Después te diré mi nombre. Te lo prometo.
—¿Cuándo?
—Después. No seas impaciente.
—¿Se puede saber a qué tanto misterio?
—Te conozco.
—¿Y yo a vos?
—También, pero menos…..
uno infantil y cómico :
El Señor Moc atiende el teléfono Luis Pescetti
Una interesante obra de teatro de Abelardo Castillo:
(Suena el teléfono;
ella sentándose, habla con voz repentinamente gastada.)
Sí... Sí... (Tiende
la mano sobre el aparato, casi con un gesto de dolor físico, y allí la deja.) La
próxima vez, amor... Yo voy a levantar el tubo y voy a escuchar tu voz apagada,
de chico bueno, tu arrepentimiento un poco solemne, y voy a decirte palabras
bellas de consuelo y perdón. Y todo, durante un minuto, será hermoso...
(El teléfono ya no
suena. La mujer, que ha ido abandonándose, cierra los ojos, sacudida por una
nerviosa convulsión que, poco a poco, da paso a una risa triste, monocorde, y
acaba rompiéndose en un sollozo largo. El teléfono vuelve a llamar; ella se
rehace. Su expresión cambia. Levanta el tubo. Antes de que tenga tiempo de oír
la voz del otro lado, habla con tristeza.)
¿Para qué
llamaste...? (Pequeña pausa. Su actitud, súbitamente, cambia:
evidentemente no oye la voz que esperó oír.)
Oh, Marcela...
Perdoname, creí que... No. Andrés no está en casa... (Escucha. Su
rostro cambia de expresión. Se pone de pie.) ¿Qué estás
diciendo? (Mira el reloj. En sus ojos hay una mezcla de perplejidad y
sospecha: una premonición repentina, aún inconcreta, pero horrible. Con voz
cortante, casi histérica.) ¿Desde qué hora estás llamando? Mecánicamente,
mira otra vez el reloj. Con el tubo en la mano, sin importarle ya lo que del
otro lado están diciéndole, se vuelve lentamente hacia la puerta cerrada. El
picaporte comienza a girar. Mientras la puerta se abre, cae el
TELÓN
más allá de estos
ejemplos, y hay muchos más –podrán recordar la canción de la famosa telenovela
argentina-
escribir llamadas
telefónicas es un pequeño universo más en el que meternos un rato en este
Bestiarios de escrituras, y descubrir allí otros “tonos” que tiene nuestra
propia voz
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