el tema más presente en la escritura y en el arte es el amor
nos
constituye
nos
engendra
nos
hace escribir y a la vez no saber qué decir
poemas,
canciones, novelas
toda
clase de creaciones
Roland
Barthes escribió un libro hermoso en el que precisamente enfrenta el problema:
“Querer escribir el amor es afrontar el embrollo del
lenguaje: esa región de enloquecimiento donde el lenguaje es a la vez demasiado
y demasiado poco, excesivo (por la expansión ilimitada del yo, por la
sumersión emotiva) y pobre (por los códigos sobre los que el amor lo doblega y
lo aplana). Ante la muerte de su hijo-niño, para escribir (no serían más que
jirones de escritura), Mallarmé se somete a la división parental:
Madre, llora
Yo, pienso
Pero la relación amorosa ha hecho de mí un sujeto atópico,
indiviso: soy mi propio niño: soy a la vez padre y madre (de mí, del otro):
¿cómo podría dividir el trabajo?
5. Saber que no se escribe para el otro, saber que esas
cosas que voy a escribir no me harán jamás amar por quien amo, saber que la
escritura no compensa nada, no sublima nada, que es precisamente ahí donde
no estás: tal es el comienzo de la escritura.”
En otro fragmento:
¿Qué pienso del amor? —En resumen, no pienso nada. Querría
saber lo que es, pero estando dentro lo veo en existencia, no en esencia.
Aquello de donde yo quiero conocer (el amor) es la materia misma que uso para
hablar (el discurso amoroso). Ciertamente se me permite la reflexión, pero como
esta reflexión es inmediatamente retomada en la repetición de las imágenes no
deriva jamás en reflexividad: excluido de la lógica (que supone lenguajes
exteriores unos a otros), no puedo pretender pensar bien. Igualmente discurriré
bellamente sobre el amor a lo largo del año, pero no podré atrapar el concepto
más que «por la cola»: por destellos, fórmulas, hallazgos de expresión,
dispersados a través del gran torrente de lo Imaginario; estoy en el mal lugar
del amor, que es su lugar deslumbrante: «El lugar más sombrío —dice un
proverbio chino— está siempre bajo la lámpara».
Claro que en este capítulo nos referimos al amor erótico, al
amor de enamoramiento, de pareja. Está ese otro amor tan extenso: los hijos,
las amistades, una vocación, un lugar propio. Que también tiene otras
escrituras tan extensas.
Los y las poetas de todos los tiempos en sus versos han
intentado DEFINIR el amor. Y yo creo que la poesía es el código que más se le
acerca
También tienen definiciones del amor:
la filosofía
la psicología
las neurociencias
la biología
la religión
No obstante, es en la poesía donde la lógica del amor puede
existir: llena de contrarios, de absurdos, de irracionalidades y al mismo
tiempo con un profundo sentido.
Por ejemplo uno de los libros para mi más valiosos acerca
del amor es La llama, de Octavio Paz, poeta mexicano:
“El amor está compuesto de contrarios pero que no pueden
separarse y que viven sin cesar en lucha y reunión con ellos mismos y con los
otros. Estos contrarios, como si fuesen los planetas del extraño sistema solar
de las pasiones, giran en torno a un sol único. Este sol también es doble: la
pareja. Continua transmutación de cada elemento: la libertad escoge
servidumbre, la fatalidad se transforma en elección voluntaria, el alma es
cuerpo y el cuerpo es alma. Amamos a un ser mortal como si fuese inmortal. Lope
lo dijo mejor: a lo que es temporal llamamos eterno. Sí, somos
mortales, somos hijos del tiempo y nadie se salva de la muerte. No sólo sabemos
que vamos a morir sino que la persona que amamos también morirá. Somos juguetes
del tiempo y sus accidentes: la enfermedad y la vejez, que desfiguran al cuerpo
y extravían al alma. Pero el amor es una de las respuestas que el hombre ha
inventado para mirar de frente a la muerte. Por el amor le robamos al tiempo
que nos mata unas cuantas horas que transformamos a veces en paraíso y otras en
infierno. De ambas maneras el tiempo se distiende y deja de ser una medida”,
dice Paz en La llama doble.
y esos contrarios los encontramos en este soneto ya antiguo
y genial de otro poeta:
Es hielo abrasador,
es fuego helado…
Francisco de Quevedo
Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada.
Este es el niño Amor, este es su abismo.
¿Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!
se atribuye la condición de poema de amor más antiguo de lo
que se conoce a una escritura de hace unos cuatro mil años, en Sumeria, cuya
traducción seguramente arbitraria es esta:
"Novio, amado de mi corazón,
Grande es tu hermosura, dulce como la miel,
León, amado de mi corazón,
Grande es tu hermosura, dulce como la miel.
Me has cautivado, déjame presentarme temblorosa ante ti.
Novio, dejaría que me llevaras a la alcoba,
Me has cautivado, déjame presentarme temblorosa ante ti,
León, dejaría que me llevaras a la alcoba.
Novio, déjame acariciarte,
Mi delicada caricia es más suave que la miel,
En la alcoba llena de miel,
Déjame disfrutar de tu gran hermosura,
León, déjame acariciarte,
Mi delicada caricia es más suave que la miel.
Novio, has obtenido placer de mí,
Díselo a mi madre, ella te dará manjares,
Y mi padre te colmará de regalos.
Tu espíritu, sé cómo alegrar tu espíritu,
Novio, duerme en nuestra casa hasta el amanecer.
Tu corazón, sé cómo hacer que se regocije tu corazón,
León, duerme en nuestra casa hasta el amanecer.
Tú, porque me amas, Te ruego que me des tus caricias,
Mi señor dios, mi señor protector,
Mi Shu-Sin, que alegra el corazón de Enlil,
Te ruego que me des tus caricias.
Sobre tu sitio, dulce como la miel, te ruego que pongas tu mano,
Pon tu mano encima de él como sobre una prenda gishban,
Cúbrelo como a una prenda gishban-sikin".
nos muestra la escritura de amor como un pedido, pero a la
vez como una promesa bellísima:
sé como hacer que se
regocije tu corazón
una promesa que puede ser erótica, espiritual o sentimental
o todo un poco mezclado
La frase de Lacan: “Amar es dar lo que no se tiene, a quien
no es” y la mezcla de pobreza y riqueza en el mito filosófico
libro “El banquete”, de Platón, en donde se le da voz
a Sócrates que nos recomienda preguntarle a la vieja y sabia Diotima quien le
da a Sócrates una genealogía del amor diciendo que es el hijo de
la Circunstancia y la Necesidad. El Olimpo está de fiesta. Los
inmortales celebran regocijadamente el nacimiento de Afrodita (Venus), la bella
diosa del amor. En las copas de oro corre abundante el néctar, para estimular
la expansión de la despreocupada alegría. Los dioses ríen.
Terminado el festín, surge una figura andrajosa y escuálida, Penia, la Miseria
o Indigencia, viene a mendigar los restos del banquete. Pero, antes de iniciar
movimiento alguno en dirección a la mesa, vislumbra la figura de Poros, el
Recurso, dios de la Abundancia, hijo de la Prudencia (Previsión).
Lo ve de lejos cuando, embriagado por el exceso de néctar, se aleja de los
inmortales y penetra en el jardín de Zeus (Júpiter). Allí el joven se acuesta y
pronto cae en pesado sueño.
Indigencia, que está siempre a la búsqueda de medios o recursos para poder
sobrevivir, toma en ese instante una resolución: tener un hijo de Poros. Y con
esa intención se dirige también al jardín. Silenciosamente, se acuesta junto al
Recurso. Lo abraza, lo despierta. Y concibe el hijo deseado: Eros, el Amor.
Engendrado el día del nacimiento de Afrodita, el hijo de Penia será para
siempre el compañero y paje de la Belleza. Porque de su madre hereda la
permanente carencia y el destino andariego. Y de su padre le vienen el coraje,
la decisión y la energía que lo hacen astuto cazador. Ávido de lo Bello y lo
Bueno, de las dos herencias reunidas proviene su destino singular: ni mortal ni
inmortal. Ora germina y vive -cuando enriquece- Ora muere y de nuevo renace.
Perennemente transita entre la vida, la muerte y la resurrección.
Marcado por la creencia que le transmite Penia, no es sabio. Pero se esfuerza
por conocer. Por amor a la Sabiduría, Eros filosofa.
de los versos de amor, de cantidad y hondura infinita,
algunos se vienen en mente:
Leopoldo Marechal:
con el número dos nace la pena
Borges:
me duele una mujer en todo el cuerpo
el poeta Maya quiché, humerto Ak aval:
«Mayuli»
Cuando estás conmigo
no sé dónde queda el mundo.
//
Cortázar:
«Así viven muchos amigos míos, sin hablar de un tío y dos
primos, convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los
actos, che; en general sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar
consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los
he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te
parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la
eligen porque-la-aman, yo creo que es al verse. A Beatriz no se la elige, a
Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los
huesos cuando salís de un concierto».
//
Las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia
Alejandra Pzarnik
//
esta última cita es cierto que desnuda un poco lo que
hacemos escribiendo y leyendo el amor: un acto
diferente de vivirlo
diferente por distinto, pero también por diferido
queremos con palabras evocar e invocar, saborear de nuevo
algo perdido o algo que nunca pasó, convertir en un ensueño una historia común
a la vez que procesar esa inmensa conmoción que es el amor,
tanto en su parte feliz como en lo que se sufre
amor se fue
mientras duró
de todo hizo placer
cuando se fue
nada dejó que no doliera
dice ese verso de Macedonio
pienso que tenemos que permitirnos esas DOS libertades,
escribir acerca del amor y escribir poemas de amor (poemas, cartas, textos, mensajes,
historias, canciones etc.) directamente a alguien –sea real o imaginario o mezcla-
ahí la poesía nos toma de la mano y nos lleva si perdemos
miedo por ejemplo a lo trillado, si alegremente dejamos que la lapicera diga
tus ojos son el cielo o me rompiste el corazón en mil pedazos, porque una vez
pasada esa puerta aparecerán miles de palabras y frases más, tan inútiles como
imprescindibles
hablar de amor puede ser absurdo y hasta idiota a veces
no hablar de amor es darle el partido ganado a la muerte
un apéndice de este capítulo es la voz cambiada que nos
surge a veces en la poesía, se nos endulza la voz interior y además como en las
canciones sin saber por qué hablamos de tu
eso en ámbitos –campos simbólicos diría p. Bordieu- sería
escribir mal, y de nuevo ser cursi o no se qué
pero no se comprende al juzgar qué está pasando, por qué se
nos cambia internamente el registro, y ahí vuelvo al principio
estamos en el idioma de la poesía, el único que le entra
hondo al amor, y no es ni el académico ni el de la calle, es el que dice sin ti
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