domingo, 16 de octubre de 2022

capítulo 27 – escribir con mensaje: moralejas y enseñanzas

 




Hoy la propuesta es reflexionar acerca de un cierto tipo de escritura con la cual queremos de
manera consciente transmitir

 

una postura ante una causa necesaria

una enseñanza acerca de  la vida, los valores morales o humanos

una sensibilización ante un hecho social o histórico

un consejo acerca de cómo enfrentar un dilema existencial

y otras variantes parecidas

 

en esta escritura una de las variantes es la búsqueda de conmover al lector: apelar a emociones y sentimientos comunes ante por ejemplo una tragedia histórica (un poema o texto sobre víctimas de un derrumbe) o ante hechos humanos como la pobreza, el hambre, la injusticia

 

Cuando escribimos de manera directa y consiente sobre ciertas temáticas asumimos un posicionamiento y sentimos la necesidad de transmitirlo.

 

Mucho se ha discutido desde distintos extremos: uno que considera a la literatura como un hecho estético que tiene que estar completamente libre de toda intencionalidad, moraleja, trasmisión de valores o ideologías políticas etc.

 

Y otro extremo –como fue la experiencia del realismo socialista en la Unión Soviética- según el cual la escritura siempre tiene que dar enseñanzas y tiene que estar comprometida con los intereses del pueblo en su proceso histórico.

 

Desde  ciertos campos elitistas y académicos actuales se desprecia o se mira de manera muy despectiva un texto que se comprometa con una reflexión o mensaje muy claro, y se lo tilda como “mala literatura” y bajada de línea.

 

Sin embargo hay muchos ejemplos de diversos géneros (poesía, teatro, cuentos) y de muchos autores. Para mencionar solo uno al pasar, el sacerdote argentino Mamerto Menapace es un muy buen armador de historias y narrador, y las utiliza siempre para dejar una reflexión o enseñanza.

 

Cuento El vendedor de globos

 

 

EL VENDEDOR DE GLOBOS

Había una vez…una gran fiesta en un pueblo.
Toda la gente había dejado sus trabajos y ocupaciones de cada día para reunirse en la plaza principal, donde estaban los juegos y los puestitos de venta de cuanta cosa linda uno pudiera imaginarse.
Los niños eran quienes gozaban con aquellos festejos populares.
Había venido de lejos todo un circo, con payasos y equilibristas, con animales amaestrados y domadores que les hacían hacer pruebas y cabriolas.
También se habían acercado hasta el pueblo toda clase de vendedores, que ofrecían golosinas, alimentos y juguetes para que los chicos gastaran allí los pesos que sus padres o padrinos les habían regalado con objeto de sus cumpleaños, o pagándoles trabajitos extras.
Entre todas estas personas había un vendedor de globos. Los tenía de todos los colores y formas. Había algunos que se distinguían por su tamaño. Otros eran bonitos porque imitaban a algún animal conocido, o extraño. Grandes, chicos, vistosos o raros, todos los globos eran originales y ninguno se parecía al otro.
Sin embargo, eran pocas las personas que se acercaban a mirarlos, y menos aun los que pedían para comprar. Por eso, en un momento en que toda la gente estaba ocupada en curiosear y detenerse, un gran vendedor hizo algo extraño. Tomó uno de sus mejores globos y lo soltó. Como estaba lleno de aire muy liviano, el globo comenzó a elevarse rápidamente y pronto estuvo por encima de todo lo que había en la plaza.
El cielo estaba clarito y, el sol radiante de la mañana iluminaba aquel globo que trepaba y trepaba rumbo hacia el cielo empujado lentamente hacia el oeste por el viento quieto de aquella hora.
El primer niño gritó: -¡Mira mamá un globo! Inmediatamente fueron varios más que lo vieron y lo señalaron.
Para entonces, el vendedor ya había soltado un nuevo globo de otro color y tamaño mucho más grande.
Esto hizo que prácticamente todo el mundo dejara de mirar lo que estaba haciendo y, se pusiera a contemplar aquel sencillo y magnífico espectáculo de ver cómo un globo perseguía al otro en su subida al cielo.
Para completar la cosa, el vendedor soltó dos globos con los mejores colores que tenía, pero atados juntos.
Con esto consiguió que una tropilla de niños pequeños lo rodeara, y pidiera a gritos que su papá o su mamá le compraran un globo como aquellos que estaban subiendo y subiendo.
Al gastar gratuitamente algunos de sus mejores globos, consiguió que la gente le valorara todos los que aún le quedaban, que eran muchos. Porque realmente tenía globos de todas formas, tamaños y colores.
En poco tiempo ya eran muchísimos los niños que se paseaban con ellos, y hasta había alguno que imitando lo que viera, había dejado que el suyo trepara en libertad por el aire.
Había allí cerca un niño negro, que con dos lagrimones en los ojos, miraba con tristeza todo aquello. Parecía como si una honda angustia se hubiera apoderado de él.
El vendedor, que era un buen hombre, se dio cuenta y llamándole le ofreció un globo.
El pequeño movió la cabeza negativamente, y se rehusó a tomarlo.
– Os lo regalo, pequeño! le dijo el hombre con cariño, insistiéndole para que lo tomara.
Mas el niño negro, de pelo corto y ensortijado, con dos grandes ojos tristes, hizo nuevamente un ademán negativo rehusando aceptar lo qué se le estaba ofreciendo.
Extrañado el buen hombre le preguntó al pequeño qué era entonces lo que lo entristecía.
Y el niño le contestó, en forma de pregunta:
– Señor, si usted suelta ese globo negro que tiene ahí ¿Será que sube tan alto como los otros globos de colores?
Entonces el vendedor entendió. Tomó un hermoso globo negro, que nadie había comprado, y desatándolo se lo entregó al pequeño, mientras le decía:
– Has tú mismo la prueba. Suéltalo y verás cómo también tu globo sube igual que todos los demás.
Con ansiedad y esperanza, el niño soltó lo que había recibido, y su alegría fue inmensa al ver que también el suyo trepaba velozmente lo mismo que habían hecho los demás globos.
Se puso a bailar, a palmotear, a reírse de puro contento y felicidad.
Entonces el vendedor, mirándole a los ojos y acariciando su cabecita enrulada, le dijo con cariño: – Mira pequeño, lo que hace subir a los globos no es la forma ni el color, sino lo que tiene adentro.

Es una manera sencilla de armar de alguna manera una fábula o una parábola con un hecho cotidiano (comentario sobre cuento los dos burritos)

 

 

Por otra parte encontramos una reflexión que pone al lector como mayor elaborador del mensaje:

 

Utilizar la literatura para la transmisión de un mensaje (no importa de qué tinte ideológico estemos hablando), no sería otra cosa que valerse de un instrumento sofisticado para convencer al lector acerca de alguna verdad dada. En el caso que nos ocupa (el de una verdad de tipo moral) de lo que se trata es además de exhortar al lector a actuar de una manera determinada. No estamos lejos por lo tanto de la función propia de la publicidad, la propaganda, el panfleto o el sermón.

Cuando el texto literario es utilizado con un fin básicamente de comunicación de un contenido predeterminado (presente en el texto de manera explícita o inducido a partir de una lectura direccionada por parte del mediador) el emisor del mensaje (el autor, el mediador) posee un proyecto sobre el destinatario; y sus decisiones (en el texto, o en la situación de lectura) estarán destinadas a asegurarse la eficacia de la transmisión de dicho contenido. Todo esto en desmedro de la plurisignificación del texto, y de la libertad del lector de encontrar otros significados más allá del "oficialmente válido". (22)

Podemos afirmar, como lo hace Jorge Larrosa en relación a la novela pedagógica, que el carácter pedagógico de un texto literario, es un efecto de lectura más que una característica intrínseca a los textos (si bien muchos libros son escritos para favorecer su lectura pedagógica). Toda ficción, todo relato, puede leerse desde la búsqueda de una enseñanza, un mensaje que supuestamente el autor ha depositado en el texto para ser develada por los lectores. Todo texto literario, por lo tanto, puede ser leído alegóricamente, como si se tratase de una parábola bíblica. La búsqueda de un mensaje moral en los textos literarios sería entonces ante todo una modalidad de lectura.

 

es interesante por advierte de un significado múltiple que no siempre podremos manejar:

La literatura (como el arte en general) es plurisignificativa, es ambigua, inaprensible en sus posibilidades de significación. La selección de los textos debe por lo tanto privilegiar esta plurisignificatividad, favorecer esta libertad y apertura en la interpretación del lector. Y aún más allá del texto, se vuelve necesario pensar en situaciones de lectura ajenas al control sobre los significados. Se trata de una actitud de escucha en el encuentro con los textos y los lectores. Un espacio abierto al despliegue de todas las lecturas posibles. Se trata del respeto hacia las interpretaciones múltiples, libres, salvajes, herejes… Una escucha atenta hacia la lectura de los otros (no importa la edad que tengan).

*

el texto también reflexiona sobre la sobre actuación en la literatura infantil, una sobre carga de estar enseñando algo que tuvo en varios momentos


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Por otra parte tenemos compilaciones enormes sobre cuentos con reflexiones aquí un ejemplo:

Diálogo entre un médico y un anciano, cuento Sufi sobre la aceptación
Ser y parecer, cuento gracioso sobre dos loros
El gato atado, cuento Zen sobre las creencias limitantes
Quien te enfada te controla, cuento sobre el enfado
¿Hay vida antes de la muerte?, cuento de Anthony de Mello
La rosa y el sapo, cuento que explica que todo está relacionado.
Palabras, cuento de Anthony de Mello sobre la inteligencia sin palabras
El árbol de los deseos, antigua fábula hindú sobre los deseos y preocupaciones
Metáfora árbol de frutas, superar los obstáculos nos fortalece
Buena suerte o mala suerte, todo es transitorio
Cita con la muerte, si deseamos morir bien, debemos aprender a vivir bien.
El Buscador, cuento de Jorge Bucay sobre el único y verdadero tiempo vivido
Cuento corto de Oscar Wilde sobre Narciso y un río… la sociedad narcisista y competitiva
Cuento Zen sobre la rabia y los insultos. ¿Qué hacer cuando te insultan?
Tahar y el perfume, cuento Sufi sobre el proceso de crecer paso a paso
La vasija agrietada, aprender a quererse a uno mismo y aceptarse como uno es
Sé responsable de tus actos, el tigre y la campanilla… cuento de la China

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En muchas tradiciones de escritura desde antigua China, los hindúes, el budismo etc. el cuento con un aporte de cierta sabiduría para la vida ha sido un recurso muy utilizado

Por otro lado en la poesía tenemos un género bastante especial que son los aforismos:

Un aforismo es, según nos dice la RAE, una sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte. Del latín aphorismus, y este del griego ?φορισμ?ς (definir), un aforismo es una declaración breve que pretende expresar un principio de una manera concisa, coherente y en apariencia cerrada.

Parece que el término aforismo fue utilizado por primera vez por Hipócrates. Y fue posteriormente aplicado a la ciencia y, finalmente, a todo tipo de principios. 

Lo que no te mata, te hace más fuerte. - Friedrich Nietzsche

El tiempo perdido nunca se vuelve a encontrar. - Benjamin Franklin

A algunos hombres los disfraces no los disfrazan, sino los revelan. Cada uno se disfraza de aquello que es por dentro. - Chesterton

La duda es uno de los nombres de la inteligencia. - Jorge Luis Borges

Ayudar al que lo necesita no sólo es parte del deber, sino de la felicidad. - José Martí

Benevolencia no quiere decir tolerancia de lo ruin, o conformidad con lo inepto, sino voluntad de bien. - Antonio Machado

El futuro nos tortura, el pasado nos encadena. He aquí por qué se nos escapa el presente. - Gustave Flaubert

En argentina, además del famoso José Narosqui tenemos un gran poeta :

Antonio Porchia fue un poeta italoargentino, nacido en Conflenti, Catanzaro, Calabria, en 1885. A los 15 años emigró a Argentina junto a su madre y hermanos, ya que su padre había fallecido en 1900. Allí, para mantener a su familia desempeñó diversas tareas: de carpintero, tejedor de cestas y changas en el puerto, entre otras. A su vez, escribe en su tiempo libre. En 1938 aparecen sus primeras publicaciones en el periódico La Fragua. Fue autor de un único e icónico libro titulado Voces, versos que oscilan entre la poesía y el aforismo, escritos con un lenguaje directo y cotidiano, caracterizados por un estilo limpio y fresco, alejados de la estética de la poesía de su tiempo, que lo convirtieron en un icono de la literatura argentina. André Breton llegaría a afirmar que se trataba del «pensamiento más dúctil de la literatura hispana». Porchia nunca se vio a sí mismo como un escritor profesional, pese a haber cultivado este arte desde muy joven. 

 

Voces

El hombre no va a ninguna parte. Todo viene al hombre, como el mañana.

***

El mundo perdona tus defectos, no tus virtudes.

***

Estar en compañía no es estar con alguien, sino estar en alguien.

***

Quien perdona todo ha debido perdonarse todo.

 

LIBRO PORCHIA

 

la escritura es una buena herramienta para escribir sobre muchas causas, desde la importancia de ser solidario, la crueldad inaceptable de la guerra, la necesidad de un mundo más justo

o de maneras de relacionarnos con los otros, la amistad, el diálogo

además de valores que podemos nombrar como generales en abstracto como la libertad, el amor, la muerte, la enfermedad, la vejez

pienso un ejemplo muy cercano a nosotros  que es Daniel Contini quien gusta de ese estilo de escritura, como en su poema sobre la tragedia del submarino Ara San Juan

no tiene por qué haber un prejuicio que nos impida escribir en ese sentido cuando lo asumimos con sinceridad, sabiendo que estamos intentando un posicionamiento de alguna manera pedagógico,  el de transmitir a los otros un mensaje que nos parece verdadero o importante

siempre podemos jugar aunque toquemos esos bordes nombrados: de lo literario con los religioso, o con la autoayuda, la bajada de línea política etc. ya que son cosas que también forman parte de nuestra vida


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