lunes, 28 de noviembre de 2022

capítulo 31 – luz y oscuridad

 


es la luna

en nuestra escritura

en la poesía

y en la vida         

 

el lado luminoso y el lado oscuro

arte y fotografía es lo que invita a los ojos a un detalle, a un rasgo, a un sentir: una sombra o un contraste

en metáfora lo oscuro es lo doloroso, lo oscuro, lo maldito, el miedo

y la luz la iluminación, la paz, la alegría

en los talleres literarios esquivamos bastante lo oscuro, es una cuestión tal vez de respeto y timidez y pudor: algo muy doloroso no es fácil de mostrar

pero la literatura existe entre otras cosas para eso: ponerle palabras a las pesadillas, hacer símbolo

o simplemente expresar

por ejemplo mi hermana se murió de cáncer, o m e están por desalojar y ya no quiero vivir

en ese sentido nuestro escribir es a la vez que una descarga un servicio: porque otro se identifica en su dolor y se agarra a ese texto y es una ternura compartida

fuera del momento sufriente se puede inventar, construir paisajes lugares momentos con luz y oscuridad

libros y textos oscuros Kafka Sábato cioran etc..

el día

la noche

los ojos

de Alejandra pizarnik se dice que fue una poeta oscura: su poesía nos ilumina

su sufrimiento vital y su muerte no dejan de ser constitutivas de su poesía

Ernesto Sábato comienza el Informe sobre ciegos con una invocación a lo oscuro:

INFORME SOBRE CIEGOS

¡Oh, dioses de la noche!
¡Oh, dioses de las tinieblas, del incesto y del crimen,
de la melancolía y del suicidio!
¡Oh, dioses de las ratas y de las cavernas,
de los murciélagos, de las cucarachas!
¡Oh, violentos, inescrutables dioses
del sueño y de la muerte!

I

El símbolo del Yin y el Yang es una linda metáfora de esa relación entre opuestos que también nos sucede existencialmente:

Yin yang es un principio filosófico y religioso que explica la existencia de dos fuerzas opuestas pero complementarias que son esenciales en el universo: el yin, asociado a lo femenino, la oscuridad, la pasividad y la tierra; y el yang, vinculado a lo masculino, la luz, lo activo y el cielo. Según esta filosofía, ambas energías son necesarias para mantener el equilibrio universal.

Este concepto proviene de la escuela del Yin yang, una de las llamadas "100 escuelas del pensamiento", una serie de corrientes filosóficas y espirituales que surgieron en China entre los años 770 y 221 a. C.

Escribir es también una manera de enfrentar el dolor, la pérdida, la angustia

Por eso por otra parte no todas las lecturas generan alegría o entretenimiento: algunas nos movilizan cosas propias

Kafka dice que un libro: "Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros"

Creo que deberíamos leer sólo el tipo de libros que nos lastimen y apuñalen. Si el libro que estamos leyendo no nos despierta de un golpe en la cabeza, ¿para qué lo estamos leyendo? ¿Para que nos haga felices, como dice tu carta? Dios mío, seríamos felices precisamente si no tuviéramos libros, y el tipo de libros que nos hacen felices son el tipo que escribiríamos nosotros si tuviéramos que hacerlo. Pero necesitamos libros que nos afecten como un desastre, que nos duelan profundamente como la muerte de alguien que quisimos más que a nosotros mismos, como estar desterrados en los bosques más remotos, como un suicidio. Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros. Eso es lo que creo.

Sin llevarlo a ese extremo podemos decir que una ¡misión” del arte es hacernos más sensibles

También escribimos a veces sobre la realidad social y esos personajes inventados o personas reales sufren vulneraciones y violencia y dedicarse a escribir sobre eso conmueve y a la vez es una decisión política. Incluso la decisión política de conmover y sensibilizar de manera dura con respecto a algunas temática social como el hambre, la violencia, la migración, la guerra.

 

Animarse a lo oscuro nos puede hacer mal o liberarnos y eso es diferente en cada persona. Nuestra vida está llena de diversidades emociones sentimientos, tal vez nos perdemos algo si solo pretendemos quedarnos con la alegría

 

Por último una linda historia de Bradbury que nos habla también a su manera de la luz y la oscuridad

 

Había una vez un muchachito a quien no le gustaba la Noche.

Le gustaban
linternas y lámparas
y antorchas y alumbrados
y faros y faroles
y velas y velones
y relumbrones y relámpagos.
Pero no le gustaba la noche.


Se lo veía en
salones y sótanos
y despensas y desvanes
y alcobas y alacenas
y escurriéndose por los corredores.
Pero nunca se lo veía afuera…
en la Noche.

No le gustaban para nada las llaves de luz.
Porque las llaves de luz apagaban
las lámparas amarillas
las lámparas verdes
las lámparas blancas
las lámparas del vestíbulo
las luces de la casa
las luces de todas las habitaciones.
Él nunca tocaba las llaves de luz.
Y jamás salía a jugar
en la oscuridad.

Siempre estaba muy solo.
Y muy triste.
Pues veía, desde su ventana,
a los otros chicos jugando sobre el césped
en las noches de verano.
Los veía corriendo felices allá afuera
de la oscuridad a la luz.

Pero nuestro muchachito ¿dónde estaba?
Arriba en su cuarto.
Con sus linternas y lámparas
y faroles
y candeleros y candelas.
Completamente solo.

A él únicamente le gustaba el sol.
El amarillo sol.
A él no le gustaba la Noche.

Cuando llegaba el momento
en que papá y mamá recorrían la casa
apagando todas las luces…
Una a una.
Una a una.
Las luces de la entrada
las luces del salón
las pálidas luces
las rosadas luces
las luces del a despensa
las luces de la escalera…
Entonces el muchachito se metía en su cama.

Tarde en la noche
el niño desdichado
tenía en el pueblo
el único cuarto iluminado.

Y una noche,
mientras papá estaba de viaje
y mamá se acostó temprano,
el muchachito empezó a vagar solo,
completamente solo por la casa.

¡Ah, cómo ardían las luces!
¡Las luces de la entrada
las luces del vestíbulo
las luces de la despensa
las pálidas luces
las rosadas luces
las luces del salón
las luces de la cocina!
¡Hasta las luces del desván!

¡Toda la casa parecía haberse incendiado!
Pero el muchachito todavía estaba solo.
Entretanto los otros chicos,
allá lejos
jugaban sobre los prados en la noche de verano.
Riendo.
Muy lejos.

¡De repente escuchó
un golpe en la ventana!
Algo oscuro estaba ahí.
Un golpe en la puerta de entrada.
¡Algo oscuro estaba ahí!
Un golpe en la puerta trasera.
¡Algo oscuro estaba ahí!

De pronto alguien dijo: —¡Hola!
Una niña estaba ahí en medio de
las luces blancas, de las brillantes luces,
de las amarillas luces, de las luces de maravillas.

—Me llamo Negra —dijo.
Ella tenía el pelo negro
los ojos negros
y llevaba un vestido negro
y zapatos negros.
Pero su rostro era tan blanco como la luna.
Y sus ojos brillaban
como la luz de las blancas estrellas.

—Estás muy solo —dijo ella.

—Me gustaría correr con los chicos afuera —dijo el muchachito—. Pero no me gusta la Noche.

—Yo te presentaré a la Noche —dijo Negra—.
Y ustedes serán amigos.
Ella apagó la luz de la entrada.
—Ves —le dijo—. No estoy apagando la luz.
¡No, de ningún modo!
Simplemente estoy encendiendo la Noche.
Se la puede encender o apagar
igual que una lámpara
con la misma llave de luz.

—Nunca se me había ocurrido eso —dijo el muchachito.

—Y cuando se enciende la Noche —dijo Negra—,
por supuesto que también se encienden los grillos…

¡Y las ranas!
¡Y las estrellas!
¡Las luminosas estrellas
las estrellas titilantes
las verdaderas estrellas
las estrellas azules!
¡El cielo es una casa
con sus luces de entrada
y luces en el salón
luces rosadas y pálidas luces
luces rojas
verdes luces
luces azules
amarillas luces
resplandores
todas las luces!

¿Quién puede escuchar a los grillos con las luces encendidas?
Nadie.
¿Quién puede escuchar a las ranas con las luces encendidas?
Nadie.
¿Quién puede ver las estrellas con las luces encendidas?
Nadie.
¿Quién puede ver la luna con las luces encendidas?
Nadie.

¡Fijate cuánto has perdido!

¿Pensaste alguna vez
alumbrar los grillos,
alumbrar las ranas,
alumbrar las estrellas
y la gran luna blanca?

—No —dijo el muchachito.
—Entonces, trata de hacerlo —dijo Negra.
Y ellos lo hicieron.
Subieron y bajaron las escaleras,
encendiendo la Noche.
Encendiendo la oscuridad,
dejando que la Noche viviera en cada habitación.
Como una rana.
O un grillo.
O una estrella.
O una luna.

Y ellos encendieron los grillos.
Y ellos encendieron las ranas.
Y ellos encendieron la blanca luna semejante a un helado.
—¡Oh, cómo me gusta esto! —dijo el muchachito—.
¿Puedo encender siempre la Noche?
—¡Por supuesto! —dijo Negra, la niñita.
Y desapareció.

Ahora el muchachito es muy feliz.
Le gusta la Noche.
¡Tiene una Noche encendida en lugar de una luz encendida!
Le gusta encenderla.
Ha tirado sus linternas
sus lámparas
sus velas
sus velones.
En cualquier noche de verano que quieras,
podrás verlo.

Encendiendo la blanca luna,
encendiendo las rojas estrellas,
encendiendo las azules estrellas,
las verdes estrellas, las luminosas estrellas,
las blancas estrellas,
encendiendo las ranas, los grillos y la Noche.

Y corriendo en la oscuridad
sobre los prados
con los chicos felices…
Riendo.



FIN



Este libro fue escrito por Ray Bradbury en 1955.

 

 

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