COSMOS
Este año
la propuesta del taller literario de la escuela municipal de arte se
presenta con la metáfora de un recorrido espacial
por ese multiverso, universo de universos que
es el lenguaje y sus infinitas maneras de combinarse en palabra, en escritura,
en voces
así andaremos por galaxias enormes como la
narrativa y la poesía, sistemas planetario precisos como el cuento o incluso
lunas y asteroides como la carta o formas pequeñas de poema
constelación de recursos, técnicas, trucos,
consignas, disparadores que cada cual dibujará a su manera como cuando
inventamos dibujos y símbolos uniendo estrellas
universos como la novela, o incluso la
colisión de géneros que estallan y se fusionan como en el teatro y el cine
como estrellas fugases nuestras escrituras
sin género de las cosas cotidianas
y los agujeros negros que parecen haberse
llevado todas nuestras palabras cuando no se nos ocurre nada
En este primer capítulo la idea es apuntar el
telescopio hacia la pregunta de
por qué escribimos
una pregunta que no tiene una respuesta
única, además de que siempre una parte de la respuesta es individual y acaso
íntima
escribimos porque
leímos y nos contagió crear
para expresar algo doloroso casi
incomunicable
porque alguien nos lo sugirió
para llamar la atención de alguien
por una necesidad de comunicarnos de manera
diferente
para ser famosos
para hacer catarsis de lo que nos pasa fuerte
en la vida
por amor –muchos empezamos escribiendo de
amor-
escribimos como una manera de buscar –incluso
si no sabemos qué buscamos
o para hacernos un espejo diferente
para conocernos
por diversión de imaginar
para molestar la nada
por una necesidad espiritual/ como una manera
de meditación
para contar realidades que desearía cambiar
para llenarnos de dinero
Tomado de por ahí los motivos de poetas y
escritoras/es
Anna Ajmatova confesó, además,
que escribía por sentir un vínculo con el tiempo.
Para adentrarse en los laberintos
y no necesariamente querer salir de ellos, como Borges. “Porque estamos aquí,
pero querríamos estar allí”, dice Antonio Tabucchi. Por emular la infancia,
cuando la niña Almudena Grandes enmendaba la plana a los finales que no le
gustaban. Por volver a inventar historias de indios, vaqueros y pitufos, dice
David Safier. Porque a la hora de hacerlo, “disfrutar es una palabra que se
queda corta”, confiesa Ken Follet.
*
Rosa Montero
Escribo porque no puedo detener el constante torbellino de imágenes que me
cruza la cabeza, y algunas de esas imágenes me emocionan tanto que siento la
imperiosa necesidad de compartirlas. Escribo para tener algo en qué pensar
cuando, en la soledad tenebrosa de la duermevela, por la noche, en la cama,
antes de dormir, me asaltan los miedos y las angustias. Escribo porque mientras
lo hago estoy tan llena de vida que mi muerte no existe: mientras escribo, soy
intocable y eterna. Y, sobre todo, escribo para intentar otorgar al Mal y al
dolor un sentido que en realidad sé que no tienen.
*
La vida nueva del
escritor argentino César Aira. En un momento de la novela alguien dice al
protagonista que «desde el momento en que un joven ponía la
lapicera sobre el papel con intención de darle palabras a sus sueños, ya era
escritor»
¿Por que escribo Pizarnik?
A.P. – Entre otras cosas, escribo para que no suceda lo que temo;
para que lo que me hiere no sea; para alejar al Malo (cf. Kafka). Se
ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En este sentido, el quehacer
poético implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar
En algunas personas el escribir
se vive como una condena: como lo inevitable. Esto habla de una vocación
ineludible aunque también otras veces de un mal espiritual o un problema de salud mental. También como
veremos en su momento la escritura como un compromiso llevado al extremo, un
compromiso con la realidad en su sentido profundo hasta el punto de la locura o
la autodestrucción.
Pero más allá de esas imágenes tormentosas
nuestra escritura es nuestra relación con las palabras con sus ritmos, sus
formas, sus aromas, sus texturas. Con lo que nos implica cuando nos adentramos
en formas literarias: la autoexigencia, el miedo a “escribir mal”, el juicio
imaginario que a veces nos inmoviliza y no nos deja avanzar en la página (miedo
a no ser original, a ser cursi, a no cumplir una consigna etc.).
El motivo entonces lo encontrará
cada uno en su recorrido, aquí la propuesta es jugar, barajar y dar de nuevo
cada vez en el encuentro con los otros, ese vínculo grupal que es para mí el
mayor sentido o el corazón del taller literario.
se trata de pensar de otro modo las cosas,
palparlas de otro modo,
abandonar las palabras que las usan
y acudir a las palabras que las cantan,
las palabras que las levantan en el viento
como clavos ardiendo en el asombro
No hay comentarios.:
Publicar un comentario