el
siglo xx fue el último gran momento del género de las cartas, la escritura
epistolar
tanto
de cartas reales –privadas y públicas- entre escritores personalidades, o
personas de la comunidad
como de
cartas que hacen a un formato de escritura de cuentos o novelas
Fran
Kafka con cartas a mi padre, un libro que es una gran carta y la publicación de
sus cartas personales a mujeres con quienes se relacionó (Cartas a Milena,
Cartas a Felice)
Merano-Untermais, Pensión Ottoburg
Estimada Frau Mílena:
Le escribí unas líneas desde Praga y luego desde Merano. No
ha habido respuesta. Por supuesto, esas líneas no exigían contestación
inmediata y si su silencio no es más que señal de una relativa bienaventuranza
-lo cual con frecuencia se traduce en una cierta resistencia a escribir- me doy
por satisfecho. Pero también existe la posibilidad -y por eso le escribo- de
que en mis líneas la haya herido de alguna manera. ¡Qué torpe sería ¡ni mano,
contra toda ni¡ voluntad, si ése fuera el caso! O bien -y eso sería mucho peor
por cierto- que ese momento de sereno respiro, al cual usted aludía, haya
pasado y una vez más se inicie una mala época para usted.
Las
cartas de Anais Nin y Henry Miller
Queridísima Anaís:
Terriblemente, terriblemente vivo,
afligido, absolutamente consciente de que te necesito. He de verte, te veo
brillante y maravillosa y al mismo tiempo le he escrito a June y me siento
desgarrado, pero tú lo entenderás, debes entenderlo.
Anais, no te apartes de mí; me envuelves como una llama brillante. Anais, por
Dios, si supieras lo que siento en este momento. Quiero conocerte mejor. Te
quiero. Te quise cuando viniste a sentarte en mi cama -esa segunda tarde fue
toda como una cálida neblina- y de nuevo oigo cómo pronuncias mi nombre, con
ese extraño acento tuyo.
Despiertas en mí tal mezcla de
sentimientos, que no sé cómo acercarme a ti. Ven a mí, aproxímate a mí, será de
lo más hermoso, te lo prometo. No sabes cuánto me gusta tu franqueza, es casi
humildad. Sería incapaz de oponerme a ella. Esta noche he pensado que debería
estar casado con una mujer como tú. ¿O es que el amor, al principio inspira
siempre esos pensamientos? No temo que quieras herirme. Veo que tú
también posees fuerza, de distinto orden, más escurridiza. No, no te romperás.
Dije muchas tonterías sobre tu fragilidad. Siempre he sentido un poco de
vergüenza, pero la última vez menos. Acabará desapareciendo toda.
Artaud
y su Carta a los poderes
o
Vincent Van Gog con sus Cartas a Theo
Las casi ochocientas cartas que Vincent escribió a Theo
(publicadas en 1911, traducidas al francés en 1960) constituyen un testimonio
único de la vida del artista.
son solo alguno de los muchos ejemplos
yendo a la historia, las ficciones creadas con ese formato
epistolar:
Durante el siglo xviii, la novela epistolar se hizo
popular en la cultura anglosajona con dos obras del moralizante Samuel
Richardson Pamela o la virtud recompensada (1740)
y Clarissa (1748).
Siguieron Tobias Smollett con su Humphry Clinker (1771),
de matiz picaresco, y Evelina (1778) de Frances
Burney, costumbrista, entre otras. Desde Inglaterra, pero también con
raíces autóctonas, se extendió al continente europeo, compitiendo en la
cultura francesa con la Julia, o la nueva Eloísa (1761)
del suizo Jean-Jacques Rousseau, pretexto para que el
autor exponga sus ideas sobre el matrimonio y la educación. Más allá del
sentimentalismo prerromántico, Goethe usó el
género para expresar la desesperación romántica (Die
Leiden des jungen Werthers / Las penas del joven Werther, 1774),
en lo que fue imitado por Ultime lettere di Jacopo Ortis / Últimas
cartas de Jacopo Ortis (1802) del italiano Ugo
Foscolo. Una novela psicológica muy penetrante y realista, disección de la
ideología libertina, fue la del francés Pierre Choderlos de Laclos Les
Liaisons dangereuses / Las amistades peligrosas (1782).
El género alcanzó incluso a la novela
gótica con los populares Frankenstein (1818) de
la inglesa Mary Shelley y Drácula (1897)
del irlandés Bram Stoker.
La novela epistolar es un recurso narrativo que permite
cierto análisis psicológico, por lo que fue utilizado a veces por los
narradores románticos, como Las penas del joven Werther (1774)
de Goethe o Lady
Susan (última década del siglo xviii) de Jane
Austen. La literatura rusa tiene una excelente ejemplo en la primera novela
de Fiódor Dostoyevski, Pobres Gentes,
escrita entre 1844 y 1846, cuando el autor tenía veinticinco años de edad.
un
género muy especial de escritura, íntimo (y a la vez extimo diría el
psicoanálisis) lleno de belleza en su contexto
el
ritual de pensar la carta, sentarse a escribir, el envío
recibir
una carta, abrirla, buscar el lugar y el momento de leer o no animarse a leer
las
cartas perdidas, rotas quemadas
hay un
matiz en nuestro uso del lenguaje al escribir cartas, hay lago de la voz
-recuerdo con algo de humor la lectura de cartas en
las novelas televisivas-
hay
otra vez esa tonada personal puesta en un ritmo especial del sentimiento y la
intención, en un sentido muy directo y elaborado hacia ese otro, hay yo diría
un plus: un decir diferente y más de lo que se podría decir en persona hablando
una
conversación en otro tiempo, o incluso afuera del tiempo y afuera del espacio,
en la construcción de un objeto que una vez cerrado el sobre ya no cambiará y
que va a viajar, un discurso sellado –con una alusión al antiguo gusto por las
estampillas- que no puede ser interceptado –en nuestro país sigue siendo un
delito grave abrir una carta ajena
Isidoro
Blaisten imagina una empresa dedicada a encontrar o re escribir cartas no
enviadas
Después la llamé. «Cartas», le dije, y ella me miró. «Cartas
no enviadas», y ella me siguió mirando. Le dije que en cada ser humano latía una
carta no enviada. Ella me miró y yo vi que estaba pensando que iba a ser muy
difícil encontrar esas cartas.
desde
la filosofía, una reflexión acerca del sentido –un sentido posible de escribir
cartas en nuestra época tecnológica:
La palabra carta: proviene del griego charta derivado
de χάρτης, que se refería concretamente a la hoja de papel hecha de papiro en
la cual se solía escribir cartas. Así, desde la antigüedad: en papiros y
pergaminos se han escrito desde cartas de amor hasta la historia de la
humanidad. De esta manera, una carta es un medio de comunicación escrita por un
remitente para un destinatario. Actualmente existen diversos tipos de cartas:
carta abierta; carta acordada; carta astral; carta blanca; carta cuenta; carta
de ajuste; carta de amparo; carta de ciudadanía; carta de contramarca; carta de
crédito; carta de derechos; carta de dote; carta de emplazamiento; carta de
examen; carta de fletamento; carta de gracia; carta de guía; carta de
hermandad; carta de hidalguía; carta de marca; carta de marea; carta de
naturaleza; carta de pago; carta de personería; carta de porte; carta de quita;
carta de repudio; carta de Urías; carta de vecindad; carta de venta; carta
desaforada; carta dotal; carta ejecutoría; carta forera; carta magna; carta
náutica; carta orden; carta otorgada; carta pastoral; carta puebla; carta real;
cartas credenciales; cartas expectativas; entre otras.[2] Pero: ¿y la carta de amor? ¿Cuál es
la esencia de la carta de amor? Es decir: ¿qué es lo que hace que una carta sea
una carta de amor en la era de la técnica? De acuerdo con Emanuel Lévinas
(1906-1995): al ir en busca de un sentido de trascendencia, hace falta ir más
allá de la esencia.[3] Con base en ello, yo deseo que no
nos quedemos en la carta a nivel de lo ente, sino que sea posible el abrirnos a
la dimensión del ser del ente en una heteronomía de amor al otro. Pero, para
comenzar a responder a estas preguntas, yo voy a poner de manifiesto la
filosofía de Martin Heidegger (1989-1976) de su obra “La pregunta por la
técnica” del año 1953, escrito donde se propuso preparar una relación libre con
la técnica correspondiendo a su esencia y experimentándola en su
delimitación.
Dejar ser en libertad: tal es la función del amor contra la
técnica moderna en tanto consumación de la metafísica de la presencia. Es por
ello, que en el presente artículo yo deseo poner de manifiesto un fundamento
ontológico para una filosofía de la educación, esto porque la técnica moderna
instrumentaliza al sujeto de la educación al enajenarlo e instrumentalizarlo.
Pero aprender por fin a amar haciéndonos libres, es una de las tareas
ético-políticas del arte subversivo con base en la educación, siendo ello lo
que yo deseo llevar a cabo con el género literario epistolar al escribir sobre
el amor, que en sí mismo es ya un acto revolucionario perteneciente a una
filosofía de la educación cuya misión pedagógica es liberadora. Aquí, surge la
siguiente pregunta: ¿por qué el arte de escribir una carta de amor en la era de
la técnica es un acto subversivo y revolucionario? Lo que yo pienso es que
escribir con amor es un acto de liberación, con respecto al fetichismo del
objeto técnico emplazado como mercancía en el mercado capitalista neoliberal.
Si bien, no todo objeto técnico es un fetiche, al ser emplazado como mercancía
en el entramado de relaciones capitalistas, obnubila u obtura el estado de
abierto del Dasein, lo cual implica ser empleado como fetiche sobre
la falta en ser del sujeto. Tal es la operatividad del engranaje del Ge-stell,
siendo en este sentido que debemos pensar las palabras de Jacques Lacan (1972):
“[…] el capitalismo forcluye las cosas del amor”.[7] Sin embargo, existe otra manera de
relacionarnos con el objeto técnico con base en la obra de arte, concretamente
con la carta de amor, porque, como bien dijo Martin Heidegger (1950): “[…] el
arte es el acontecer de la verdad”.[8] Dicho lo anterior, la pregunta aquí
es la siguiente: ¿Cómo el Ge-stell forcluye la carta de amor?
El capitalismo por medio de la técnica moderna provoca un engranaje, donde el
entramado de relaciones sociales instrumentaliza al sujeto al éste no
relacionarse en comunión con otros sujetos, sino que, al serle impuesto un tipo
de relaciones entre cosas, así mediatiza a los sujetos con el objeto técnico
emplazado como mercancía fetichista, relegando el ser del ente al olvido al
eludir el acontecimiento de su verdad, así como al velar la esencia que hace
ser al sujeto y que lo deja ser en libertad: el amor verdadero.
Con base en el arte el ser acontece desocultando, y el
sujeto puede tener como verdad una carta de amor en tanto efecto poético de lo
imposible, teniendo a su vez la posibilidad de ir más allá de la escritura para
ser ahí donde los amorosos sujetos puedan tener en el acto de amor un destino
sin parangón. Así, el ser no es el ente, el ser es paso, es un pasar imposible
de definir. Pero es un paso que hace camino para andar hacia el amor y su
misterio. Es viviendo de esta otra manera, que una carta de amor llega siempre
a su destino sin parangón, siendo ahí donde el sujeto y el prójimo son dejados
ser en libertad.
Cuando se escribe una carta el que la envía afronta la
posibilidad del vacío, de la ausencia de respuesta y tal vez ese sea en muchos
casos el destino, afrontar esa ausencia. La escritura de una carta puede
responder entonces al circuito de la demanda de amor. La no respuesta es una posibilidad
de la demanda, es una manera de escribir la falta, la castración. Puede ser
pensada como lettre de d’a-mur?
Para Lacan la carta (lettre) es una metáfora del
significante que circula entre varios sujetos. El significante se convierte así
en el elemento significativo del discurso (consciente o inconsciente), que en
este caso puede tomarse con cierto valor performativo en la actualidad, y que
convoca a reinstalar la vivacidad de la memoria evitando el adormecimiento
y no sucumbir a lo que se nombra como el sacrificio a los dioses oscuros.
La escritura de una carta se podría pensar como un
jirón, un desgarro de vida, una parte pequeña de un todo, un recorte de
palabras talladas, un grabado de escenas, que determina los actos y
promete el destino de un sujeto sin que él lo sepa.
a
manera de juego, propongo pensar qué carta escribiría hoy a un ser querido
dejando por un rato la inmediatez del teléfono y las redes sociales, o a
alguien ya lejano
qué
carta escribiría a mí mismo/a para dentro de 10 años o al niño niña que fui
dejarse
tentar por la belleza –sin miedo a lo cursi- de las palabras que surgen cuando
se escriben cartas de amor
también
imaginar
o
reconstruir
o
inventar la escena
una
mesa, un block de hojas o un cuaderno, lapicera
o
máquina de escribir
el
momento de pensar releer
el
cierre y la post data
volviendo
a reflexionar en que el acto de comunicación
sea o
no creación literaria
es un
trabajo y un acto de dar a otro
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