contar
cómo es algo: un lugar, una habitación, un paisaje
una
vestimenta
en un
plano entre comillas objetivo
y en
otro plano el cómo influyen en los espacios, los escenarios de un relato, los
sentimientos o estados de ánimo
un
pasillo entonces es lúgubre
y una
mañana en la montaña es luminosa, por lo tanto se le transmite al lector lo
alegre
no es
fácil describir
a veces
uno no sabe si es la forma, el tamaño, el color
porque
entre otras razones la percepción de las cosas es diferente a cada cual y a
cada momento
y
además la descripción “objetiva” nos llevaría a un imposible –al que Lacan
llama lo real- sería millones de
páginas, una pesadilla borgeana, describir solo una habitación en TODA su
realidad
cada
objeto sus materiales sus texturas su historia etc.
por lo
que –nos demos cuenta o no- recurrimos a los lugares comunes y estereotipos
decimos:
era una oficina de administrativos
y ya nosotros
el lector “ve” en su mente computadoras, camisas, escritorios, etc.
y
también tenemos la demanda de la singularidad
decimos
un árbol
o un
álamo un alerce, un árbol altísimo con una rama cortada, su piel rugosa un
musgo que le crece
tomado
de por ahí
La descripción literaria o descripción subjetiva es una
forma de descripción,
propia de los textos poéticos o literarios, en la cual se
presta más atención a las impresiones y sensaciones que el objeto o la
situación descritos suscitan en quien los describe, que a la caracterización
real y objetiva de cómo son.
Dicho de otra forma, se trata de una manera de describir que
no hace tanto énfasis en decir cómo es la cosa en realidad, sino más bien en
cómo se la aprecia o cómo se la puede pensar subjetivamente, con el fin de
obtener así un efecto estético. En esto la descripción subjetiva, propia de
textos literarios o poéticos, se distingue de otras formas de descripción
propias de textos
periodísticos, científicos y
prácticos.
Como ocurre en los textos de tipo literario, en una
descripción subjetiva se hace hincapié en el lenguaje y la manera en que está
siendo usado, más que en los rasgos objetivos de la cosa que está siendo
descrita. Así, mientras una descripción científica y objetiva probablemente
arrojaría mediciones exactas de las dimensiones de un objeto (su peso, sus
proporciones, su composición), una descripción literaria y subjetiva podría
decir a qué otro objeto se asemeja o qué situaciones evocan en un personaje que lo observa.
Características de la descripción literaria
La descripción literaria se caracteriza por lo siguiente:
- Consiste
en ofrecer al lector los rasgos de un objeto, una situación o un referente determinado.
Pero a diferencia de otras formas de descripción, en este caso se utiliza
un lenguaje poético, subjetivo.
- No
se propone describir de manera objetiva y comprobable la cosa, brindando
sus detalles y mediciones, sino causar en el lector una impresión
estética, artística.
- Acude
muy a menudo a las metáforas como formas de establecer
descripciones comparativas y atribuir rasgos fuera de lo común a los
referentes descritos. Asimismo, utiliza figuras retóricas como
la hipérbole, la
humanización, el oxímoron,
entre muchas otras.
- No
suele utilizar el lenguaje
técnico ni métodos formales de descripción, y no aspira a ser
útil o aplicable al mundo real.
Tipos de descripción literaria
La descripción literaria se puede clasificar en dos tipos:
estática y dinámica.
- Descripción
estática. Es aquella en la que el tiempo del relato se enlentece o se
detiene, es decir, se deja de lado la acción de la historia narrada para
enfocarse en la descripción del ambiente o de los sentimientos del
momento. Se la puede reconocer porque emplea verbos de reposo y
observación, como “parecer”, “ser”, “haber”, “situarse”, “verse”, o bien
porque el tono general es enunciativo.
Un claro ejemplo de este tipo de descripción podemos verlo en el siguiente párrafo de la novela Doña Bárbara (1929) del autor venezolano Rómulo Gallegos (1884-1969):
“Tierras áridas, quebradas por barrancas y surcadas de terroneras. Reses flacas, de miradas mustias, lamían aquí y allá, en una obsesión impresionante, los taludes y peladeros del triste paraje. Blanqueaban al sol las osamentas de las que ya habían sucumbido, víctimas de la tierra salitrosa que las enviciaba hasta hacerlas morir de hambre, olvidadas del pasto, y grandes bandadas de zamuros se cernían sobre la pestilencia de la carroña”. - Descripción
dinámica. Es aquella en la que el tiempo de la narración no se detiene
o enlentece tanto, sino que transcurre gracias a la incorporación de
ciertos elementos dinámicos. Esto quiere decir que la descripción permite
que la acción avance, en lugar de detenerla para explicar cómo lucen las
cosas. Este tipo de descripción es muy común a la hora de narrar
situaciones de cambio o en las que acontecen sucesos simultáneos.
Un ejemplo de este tipo de descripción lo tenemos en el relato “Ciudad de Dios” del autor brasileño Rubem Fonseca (1925-2020):
“Su nombre es João Romeiro, pero es conocido como Zinho en la Ciudad de Dios, una favela en Jacarepaguá, donde controla el tráfico de drogas. Ella es Soraia Gonçalves, una mujer dócil y callada. Soraia supo que Zinho era traficante de drogas dos meses después de que empezaron a vivir juntos en un condominio de clase media alta en la Barra de Tijuca. ¿Te molesta?, preguntó Zinho, y ella contestó que ya había tenido en su vida un hombre dedicado al Derecho que no pasaba de ser un canalla”.
Funciones de la descripción literaria
La descripción literaria cumple con las siguientes funciones
dentro del texto literario:
- Permite
crear una atmósfera. Es decir, brinda detalles necesarios para que el
lector pueda sumergirse en el universo del relato y pueda imaginar más
vívidamente el modo en que las cosas ocurren en la ficción.
- Permite
generar suspenso. Dado que ralentiza la acción del texto literario, la
descripción permite dilatar o enlentecer la llegada de la resolución de la
anécdota o alargar momentos climáticos para que generen así más intriga y
mayor respuesta emocional del lector.
- Permite
aproximar al lector a un personaje. En general, en los textos
literarios, los personajes más y mejor descritos son aquellos que más
próximos emocionalmente le resultan al lector, y con los que más se
identifica. En cambio, aquellos que le resultan más oscuros y
desconocidos, le importan menos y juegan por ende un rol más secundario en
su lectura.
- Permite
recrear el punto de vista del narrador.
Especialmente cuando el relato es contado por un personaje, se necesitan
detalles y descripciones para que la manera de contar luzca verdaderamente
suya, y no como un relato contado por una voz neutra, genérica.
en principio solemos asociar la descripción con lo visual
sin embargo los olores
un aroma a piso de madera encerado
los sonidos
por la pequeña ventana entraba el rugido del mar
texturas
el áspero muro de la prisión
hacen a esa reconstrucción
y recreación que le damos al lector
por otro lado los adjetivos transforman la escena
una misma plaza puede ser hermosa o desolada
un mismo color puede ser amargo o alegre
y en ello también tomamos mano a la comparación
la calle estaba oscura como una tumba
-notamos que no es lo mismo que decir solamente la calle
estaba oscura-
en el borde de la cama, como un león dormido, quedó su abrigo abollado
de otro artículo tomamos la descripción en otras tipologías:
Gustave Flaubert: la descripción realista
El realismo literario fue una de las corrientes estéticas
más influyentes del siglo XIX. Practicado por autores como Balzac, Tolstoi o
Dickens, se apoyaba fuertemente en la descripción. Si alguna vez
agarraste La guerra y la paz, seguramente te encontraste con largos
párrafos de minuciosa descripción. Este estilo se caracteriza por su
exhaustividad, su objetividad, su minuciosidad y su amplitud. El narrador,
casi siempre una tercera persona omnisciente, suele recorrer grandes paisajes
llenos de gente, y los describe con lentitud y detalle, como haría un traveling cinematográfico
(aunque décadas antes de la invención del cine, claro). Algo así ocurre en la
famosa escena de la feria de Madame Bovary:
El prado empezaba a llenarse, y las amas de casa tropezaban
con sus grandes paraguas, sus cestos y sus chiquillos. A menudo había que
apartarse delante de una larga fila de campesinas, criadas, con medias azules,
zapatos bajos, sortijas de plata, y que olían a leche cuando se pasaba al lado
de ellas. Caminaban cogidas de la mano, y se extendían a todo lo largo de la
pradera, desde la línea de los álamos temblones hasta la tienda del banquete.
Pero era el momento del concurso, y los agricultores, unos detrás de otros,
entraban en una especie de hipódromo formado por una larga cuerda sostenida por
unos palos.
Allí estaban los animales, con la cabeza vuelta hacia la
cuerda, y alineando confusamente sus grupas desiguales. Había cerdos
adormilados que hundían en la tierra sus hocicos; terneros que mugían; ovejas
que balaban; las vacas, con una pata doblada, descansaban su panza sobre la
hierba, y rumiando lentamente abrían y cerraban sus pesados párpados a causa de
las moscas que zumbaban a su alrededor. Unos carreteros remangados sostenían
por el ronzal caballos sementales encabritados que relinchaban con todas sus
fuerzas hacia donde estaban las yeguas. Estas permanecían sosegadas, alargando
la cabeza y con las crines colgando, mientras que sus potros descansaban a su
sombra o iban a mamar; y de vez en cuando, y sobre la larga ondulación de todos
estos cuerpos amontonados, se veía alzarse el viento, como una ola, alguna crin
blanca, o sobresalir unos cuernos puntiagudos, y cabezas de hombres que
corrían. En lugar aparte, fuera del vallado, cien pasos más lejos, había un
gran toro negro con bozal que llevaba un anillo de hierro en el morro, tan
inmóvil como un animal de bronce. Un niño andrajoso lo sostenía por una
cuerda.
Fuente: Pexels.
Edgar Allen Poe: la descripción siniestra
La mayoría de las formas de describir son menos objetivas
que la realista. Autores como Poe, por ejemplo, están más preocupados por
producir un efecto sobre sus lectores —miedo, repugnancia,
inquietud— que por adecuarse a la realidad. Y por eso sus descripciones
se cargan de adjetivos y se llenan de comparaciones, metáforas y asociaciones
funestas, como en “La caída de la Casa Usher”:
Durante todo un día de otoño, triste, oscuro, silencioso,
cuando las nubes se cernían bajas y pesadas en el cielo, crucé solo, a caballo,
una región singularmente lúgubre del país; y, al fin, al acercarse las sombras
de la noche, me encontré a la vista de la melancólica Casa Usher. No sé cómo
fue, pero a la primera mirada que eché al edificio invadió mi espíritu un
sentimiento de insoportable tristeza. Digo insoportable porque no lo atemperaba
ninguno de esos sentimientos semiagradables por ser poéticos, con los cuales
recibe el espíritu aun las más austeras imágenes naturales de lo desolado o lo
terrible. Miré el escenario que tenía delante —la casa y el sencillo paisaje
del dominio, las paredes desnudas, las ventanas como ojos vacíos, los ralos y
siniestros juncos, y los escasos troncos de árboles agostados— con una fuerte
depresión de ánimo únicamente comparable, como sensación terrena, al despertar
del fumador de opio, la amarga caída en la existencia cotidiana, el horrible
descorrerse del velo. Era una frialdad, un abatimiento, un malestar del
corazón, una irremediable tristeza mental que ningún acicate de la imaginación
podía desviar hacia forma alguna de lo sublime.
Fuente: Pixabay.
Felisberto Hernández: la descripción extraña
El siglo XX trajo muchas novedades en materia de
descripción. Una de las más particulares fue un estilo profundamente
extrañado, casi alienígena, como el que recorre los textos de Felisberto
Hernández. Quizás su recurso más característico sea personificar a los objetos
y cargarlos de intenciones y emociones, como si estuviera en el palacio de La
bella y la bestia. Eso produce una sensación inquietante, que va muy
bien con sus relatos extraños y desconcertantes. Algo así ocurre en su cuento
“El balcón”, que narra la historia de amor entre una mujer y su balcón de
invierno:
El comedor estaba en un nivel más bajo que la calle y a
través de pequeñas ventanas enrejadas se veían los pies y las piernas de los
que pasaban por la vereda. La luz, no bien salía de una pantalla verde, ya daba
sobre un mantel blanco; allí se había reunido, como para una fiesta de
recuerdos, los viejos objetos de la familia. Apenas nos sentamos, los tres nos
quedamos callados un momento; entonces todas las cosas que había en la mesa
parecían formas preciosas del silencio. Empezaron a entrar en el mantel nuestros
pares de manos: ellas parecían habitantes naturales de la mesa. Yo no podía
dejar de pensar en la vida de las manos. Haría muchos años, unas manos habían
obligado a estos objetos de la mesa a tener una forma. Después de mucho andar
ellos encontrarían colocación en algún aparador. Estos seres de la vajilla
tendrían que servir a toda clase de manos. Cualquiera de ellas echaría los
alimentos en las caras lisas y brillosas de los platos; obligarían a las jarras
a llenar y a volcar sus caderas; y a los cubiertos, a hundirse en la carne, a
deshacerla y a llevar los pedazos a la boca. Por último los seres de la vajilla
eran bañados, secados y conducidos a sus pequeñas habitaciones. Algunos de
estos seres podrían sobrevivir a muchas parejas de manos; algunas de ellas
serían buenas con ellos, los amarían y los llenarían de recuerdos, pero ellos
tendrían que seguir viviendo en silencio.
Fuente: Pexels.
Silvina Ocampo: la descripción poética
Algunos autores prefieren describir usando los recursos de
la poesía; buscan producir imágenes bellas, y para eso recurren a metáforas y
comparaciones imprecisas y evocativas, con un estilo marcadamente subjetivo. De
alguna manera, sirven para transmitir las emociones del narrador sin
nombrarlas directamente, algo que va muy bien con relatos íntimos, marcados
por la subjetividad de los personajes. Silvina Ocampo, que además de escribir
grandes cuentos fue una reconocida poeta, hace esto en “Cielo de claraboyas”:
La reja del ascensor tenía flores con cáliz dorado y
follajes rizados de fierro negro, donde se enganchan los ojos cuando uno está
triste viendo desenvolverse, hipnotizados por las grandes serpientes, los
cables del ascensor.
Era la casa de mi tía más vieja adonde me llevaban los
sábados de visita. Encima del hall de esa casa con cielo de claraboyas había
otra casa misteriosa en donde se veía vivir a través de los vidrios una familia
de pies aureolados como santos. Leves sombras subían sobre el resto de los
cuerpos dueños de aquellos pies, sombras achatadas como las manos vistas a
través del agua de un baño. Había dos pies chiquitos, y tres pares de pies
grandes, dos con tacos altos y finos de pasos cortos. Viajaban baúles con ruido
de tormenta, pero la familia no viajaba nunca y seguía sentada en el mismo
cuarto desnudo, desplegando diarios con músicas que brotaban incesantes de una
pianola que se atrancaba siempre en la misma nota. De tarde en tarde, había
voces que rebotaban como pelotas sobre el piso de abajo y se acallaban contra
la alfombra.
Raymond Carver: la descripción ascética
No todas las descripciones son floreadas y cargadas de
recursos. El minimalismo también es una opción. Raymond Carver, como otros
autores del llamado “realismo sucio”, prefiere mantenerla en el mínimo
indispensable, limpiando sus textos de adjetivos, comparaciones y
metáforas. Los objetos y los espacios aparecen a medida que los
personajes los encuentran; pocas veces hay descripciones independientes en
párrafos apartados de la acción. El efecto es descarnado y en algún punto
contenido, cosa que se condice con el estilo de sus narraciones, como en
“Vecinos”:
Bill respiró profundamente al entrar en el apartamento de
los Stone. El aire ya estaba denso y era vagamente dulce. El reloj en forma de
sol sobre la televisión indicaba las ocho y media. Recordó cuando Harriet había
vuelto a casa con el reloj; cómo había venido a su casa para mostrárselo a
Arlene meciendo la caja de latón en sus brazos y hablándole a través del papel
del envoltorio como si se tratase de un bebé.
Kitty se restregó la cara con sus zapatillas y después rodó
en su costado pero saltó rápidamente al moverse Bill a la cocina y seleccionar
del reluciente escurridero una de las latas colocadas. Dejando a la gata con su
comida se dirigió al baño. Se miró en el espejo y a continuación cerró los ojos
y volvió a mirarse. Abrió el armarito de las medicinas. Encontró un frasco con
pastillas y leyó la etiqueta: Harriet Stone. Una al día según las
instrucciones, y se la metió en el bolsillo. Regresó a la cocina, sacó una
jarra de agua y volvió al salón. Terminó de regar, puso la jarra en la alfombra
y abrió el aparador donde guardaban el licor. Del fondo sacó la botella de
Chivas Regal. Bebió dos veces de la botella, se limpió los labios con la manga
y volvió a ponerla en el aparador.
Fuente: Pexels.
Cómo describir espacios: ejercicios de escritura creativa
La descripción es una técnica y, como cualquier técnica, se
perfecciona con la práctica. Hay muchos ejercicios que pueden ayudar a dominar
las distintas formas de descripción.
- Ejercicio
1: imitación y estilo propio. Un primer ejercicio que proponemos
para mejorar tu escritura descriptiva es tomar dos de los autores que
mencionamos más arriba y describir el mismo espacio imitando sus estilos.
¡Vas a ver cómo cambia la descripción según cada uno! Luego, en una
tercera descripción podrías plantear cuál te gustaría que sea tu estilo
personal: ¿es más poético o más minimalista? ¿Evoca emociones? ¿Usa
metáforas?
- Ejercicio
2: cinco sentidos. Otro buen ejercicio para hacer mejores
descripciones de espacios y objetos es no centrarse únicamente en lo
visual, sino tratar de evocar los otros sentidos. Por ejemplo, si queremos
describir una habitación, más allá de los colores de las paredes y el
nivel de luz, podemos hablar del olor a humedad, de la textura del suelo o
del sonido de una gotera en una habitación contigua.
- Ejercicio
3: tres efectos. Finalmente, podemos describir un mismo espacio
desde distintas perspectivas, buscando producir distintos efectos. ¿Cómo
describirías tu cuarto para generar miedo? ¿Y extrañeza? ¿Y alegría? El
ejercicio consiste en describir el mismo espacio tres veces, buscando
generar tres efectos completamente distinto. Cada estilo va a llevarte a
usar ciertos recursos en particular, o a resaltar ciertos aspectos y no
otros.
En general, a la hora de describir, lo mejor es
hacerlo con intención y criterio. Largas parrafadas de descripción poética
quedan fuera de lugar en una novela de acción; descripciones ascéticas pueden
ser insuficientes para un cuento de terror. Lo importante es aprender a adaptar
el estilo a las necesidades de cada texto. Con eso en mente, no vas a tener
problema con tus descripciones espaciales.
cómo describiríamos nuestra propia casa?
ese ejercicio es difícil porque tiene que ver con un
extrañamiento, con lo que la costumbre y la rutina parcela de nuestros sentidos,,,
imaginamos que la describiría mejor un visitante ajeno
como decimos siempre es un dibujar con palabras en la mente
del otro, del que lee o escucha una de las maneras de
acerca de un mundo real que no podemos asimilar
mostrar nuestras opciones imaginarias
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