domingo, 2 de julio de 2023

capítulo 16 – viajes por el universo

 



a veces al escribir el tema da la forma y otras la forma da el tema

es lindo cómo juegan las palabras con nosotros en ese sentido

la realidad cotidiana de cada día nos va un poco domesticando los sentidos con la costumbre

y una de las cosas a través de las cuales escapamos de esa jaulita –además del arte-

es viajar

al viajar ya vemos las calles con otros ojos,

percibimos distinto el tiempo,

otros olores.

además de tantas historias contenidas en el por qué viajamos, hacia dónde

con qué deseo

 

un arte de la escritura, y un elemento a tomar a mano es casi un arte postal y crónica

que es escribir diarios de viaje

a veces tienen formato de carta: le estoy contando a alguien

“Llegué a Cañuelas, lo imaginaba más pequeño, no sabés que lindo el barcito frente a la plaza”

A veces casi turístico:

“Al llegar a Godoy Cruz se puede apreciar la cordillera de los andes y un parador con ricas degustaciones”

pero aquí lo que interesa es la parte interna, lo que nos pasa con los viajes

 

tomado de por ahí, literaturas diversas de la historia que tienen viaje:

Homero, La Odisea
Kavafis, K. Itaca
Calvino, I. Las ciudades invisibles
Baricco, A. Seda
Huart, H. Viajera crónica
Enriquez, E. Alguien camina sobre tu tumba
Theroux, P. El viejo expreso de la Patagonia
Bradbury, R. Crónicas marcianas

Saint Exupery, A. El principito
Rojas, R. Archipiélago. Tierra del Fuego

un interesante artículo nos plantea lo siguente:

 

Pero vuelvo a preguntarme: ¿cómo escribir una crónica de viaje hoy, cuando ya hemos visto decenas de programas de viajes en la televisión y de películas ambientadas en casi cualquier lugar, y cuando las guías nos dicen en detalle qué ruta seguir en cualquier ciudad y qué autobús tomar en el aeropuerto y cuánto nos costará un café con leche o una pinta de cerveza en un suburbio cualquiera, y cuando todos más o menos sabemos, o creemos saber, cómo viven los nativos de Samoa, los obreros de Shanghai, los aristócratas monegascos y los campesinos de Nicaragua?

Una vez escuché a alguien contar que, cuando iba a conocer las Cataratas del Iguazú, se preguntó cómo hacer para ver ese espectáculo por primera vez, más allá de todas las imágenes que había visto en fotos o por televisión. Su método fue tratar de ponerse mentalmente en la piel de un conquistador español que hubiera llegado hasta allí sin tener mucha idea de con qué se encontraría y que, tras seguir el rastro de un ruido descomunal, corriera unos matorrales con la mano y viera, de pronto, esa maravilla. Yo mismo, cuando visité las Cataratas años después, traté de utilizar la misma técnica. Sin embargo, todo aquello me pareció tan imponente que no necesité de tretas mentales. La experiencia me resultó, en sí misma, extraordinaria.

En el fondo, es de eso de lo que se trata: de la experiencia. Y el relato trata de transmitir el sentido de esa experiencia. Un sentido que no se construye a partir de las cosas que se pueden hacer en un lugar, como las que apunta una guía turística o un programa de viajes en televisión, ni un listado de las cosas que se han hecho, como representa el casi siempre tedioso álbum de fotos que los que vuelven muestran a sus familiares y amigos. Ese sentido tiene que ver con la capacidad de los viajes de —como dice una canción de Ismael Serrano— traer a otros vistiendo nuestros cuerpos. Si las crónicas de viaje han de seguir existiendo, ese seguirá siendo su objetivo. Igual que en tiempos de la Odisea.

4

Me planteo todos estos cuestionamientos porque acabo de hacer un viaje y me pregunto cómo escribir, si es posible, si tiene sentido, una crónica. Estuve en un pueblito de mil habitantes, en el norte de la provincia de Santa Fe, Argentina. Fueron varios días en un mundo distinto, alejado del mío en el espacio y, en cierto modo, también en el tiempo. Unos cuantos de esos mil habitantes pertenecen a la misma familia que yo. Entre ellos mi abuela, que en realidad no vive en el pueblo, sino en una casita en las afueras. En medio del monte. No tiene luz eléctrica, ni agua corriente, ni gas, ni por supuesto teléfono. Tiene cerdos y gallinas y chivos y una cocina a leña y un cielo nocturno atiborrado de estrellas. Mi abuela cumplió 90 años. Hubo una fiesta, que reunió a unas sesenta personas. Fue todo muy divertido y muy emotivo.

Unos días después de la fiesta, una nena del pueblo, que tiene cuatro años y es hija de un primo mío, me contó con absoluta seriedad que en el monte vive un dinosaurio amarillo que come niñas y que por eso ella tiene que andar con mucho cuidado. Me recordó a las crónicas de ciertos viajeros de siglos atrás que, por ganar la atención de los demás, juraban haber visitado lugares remotos y visto allí monstruos feroces o magias terribles. Pero también me quedé pensando en la seriedad y la sinceridad con la que esa nena me transmitió sus sensaciones. Las lecciones para la escritura se pueden encontrar en los lugares más extraños.

 

Sin embargo me gusta agregar que en la crónica de viaje siempre siempre y por suerte hay algo de invención: no somos una cámara que filma sino un cuento

ninguno de nosotros contaría lo mismo de un viaje a Mar del Plata, ni aunque fueramos juntos el mismo día

para alguno será volver al lugar donde estudió

para otro donde vivía un pariente

para otro ver todo por primera vez

para otro estar ahí sin ganas, preocupado por otras cosa

y infinitos ect.

 

un formato es el cuaderno de bitácora

la defi de wiki es simpática:

La bitácora es un instrumento que se fijaba a la cubierta de las embarcaciones, cerca del timón, para facilitar la navegación en océanos desconocidos. Se trata de un mueble empernado (fijado) en el techo del puente de una embarcación que contiene un compás magnético, sujeto mediante suspensión cardán a fin de contrarrestar el sincronismo transversal y longitudinal del buque. En su exterior lleva la denominada línea de fe que debe estar alineada con el centro del buque o línea de crujía. En su interior se colocan imanes para contrarrestar el campo magnético terrestre. En los costados del cubichete, hay dos esferas de hierro dulce, para anular el desvío producido por el hierro del propio buque y hacer uniforme el campo magnético que rodea a la aguja náutica con objeto de lograr que, en todo momento, señale el norte magnético.

Antiguamente, cuando los buques carecían de puente de mando cubierto, solía guardarse en el interior de la bitácora el, llamado, cuaderno de bitácora para preservarlo de las inclemencias del tiempo. Aunque el nombre se ha popularizado en los últimos años a raíz de su utilización en diferentes ámbitos, el cuaderno de trabajo o de bitácora ha sido utilizado desde siempre. Hoy en día se denomina diario de navegación y, en él, se anotan todos los hechos ocurridos durante la guardia de navegación.

pero más allá de toda fórmula y ejemplos

hay planos posibles como:

escribir en el momento como una crónica

escribir un viaje recordado

suele ser una escritura de la percepción y los sentidos, pero  como dijimos antes todo depende de la historia y el contexto que hace a ese viajar

darnos cuenta de que todo viajar es viajar en el tiempo

contar paisajes

ciudades

lugares

rutas

a veces como un ensueño

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