sábado, 21 de octubre de 2023

capítulo 25 – absurdo imaginación y poesía

 

 

 

 


 

 

 

jugar con las palabras

con cosas que no tienen pies ni cabeza

delirar

meterse con el lenguaje en la locura en el sentido divertido del término

es algo que hemos hecho siempre

conecta con la infancia

pero también con poetas y escritores/as de muchas épocas

 

vamos por un  primer ejemplo:

 

LOS LIMERICKS

 

Los limericks son poemas cortos, generalmente chistosos, disparatados y sin sentido, que tienen   cinco versos que riman de esta manera:
El primero rima con el segundo y con el quinto, mientras que el tercero y el cuarto riman entre sí.
Además, su estructura debe ser así:
El primer verso  define al protagonista
El segundo verso indica sus características.
En el tercero y cuarto versos se cuenta algo sobre el personaje.
Y el quinto verso termina de manera rara y sorprendente.

 

Son famosos los limericks del escritor inglés Edward Lear, que se considera el creador de este tipo de poesía. Acá va uno:

A un señor de nombre Filiberto,

le gustaba ir siempre al café concierto

y al dulce sonido de tazas y cucharones

comía trompetas,clarines y trombones

aquel musicófilo señor Filiberto

 

Decía un viejo señor desesperado:
¿Nadie vendrá a contestar mi llamado?
Llamó noche y día
y ya encanecía,
pero nadie vino a contestar el llamado.

 

*A Book of Nonsense fue publicado por primera vez en 1846. El libro contaba con setenta y dos limericks distribuidos en dos volúmenes. Como era costumbre en la época respecto a los libros para niños el nombre del autor no figuraba en esta edición (Lear utilizó el seudónimo “Derry Down Derry”. En el año 1861

 

los limericks estaban acompañados por dibujos que emulaban ese sin sentido humorístico

 


 

 


 

 

El zoo loco" donde María Elena va un poco más allá, realizando adaptaciones a la lengua española de los limerick ingleses:

«En Tucumán vivía una tortuga 
viejísima, pero sin una arruga, 
porque en toda ocasión 
tuvo la precaución 
de comer bien planchada la lechuga.»

 

//

 

SIEMPRE DE FRAC Y CON ZAPATOS FINOS,

NO PARECE QUE FUERAN ARGENTINOS.

¿POR QUÉ, POR QUÉ SERÁ

QUE NO USAN CHIRIPÁ

NI PONCHO NI ALPARGATAS LOS PINGÜINOS?

//

 

 

Pero volviendo hacia atrás otro cultivador del nonsense fue Lewis Carroll –no solo en Alicia en el país… sino en otras obras como ya veremos en su poema Jabberwocky

 

dragón jitanjáforo –fragmento-

 

 

Brillaba, brumeando negro, el sol;
agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas;
mimosos se fruncían los borogobios
mientras el momio rantas murgiflaba.

 

completo en el link 

 

 

les comparto este artículo sobre Lewwis Carroll:

 

El más ho­rri­ble acon­te­ci­mien­to que de­vie­ne en la edad adul­ta es la per­di­da de to­da ca­pa­ci­dad pa­ra si­tuar­se en me­dio del jue­go co­mo al­go irra­cio­nal, es­tú­pi­do y no ne­ce­sa­ria­men­te hil­va­na­do por una can­ti­dad más o me­nos fé­rrea de re­glas que lo di­ri­jan. Atados por una se­rie de có­di­gos nor­ma­ti­vos (que pue­den ser vio­la­dos, pe­ro a cos­te de ser pe­na­do el vio­la­dor) que asu­men co­mo le­gis­la­ti­vos (que no pue­den ser vio­la­dos en ab­so­lu­tos), una vez he­mos su­pe­ra­do la in­fan­cia nos ve­mos su­mer­gi­dos en un mun­do don­de to­do pa­re­ce es­tar tan fi­na­men­te hi­la­do que cual­quier in­ten­to de sa­lir, aun­que fue­ra mí­ni­ma­men­te, de esa rí­gi­da ma­lla con­duc­tal re­sul­ta en ser ca­li­fi­ca­do co­mo lo­co, es­tú­pi­do o in­efi­cien­te ‑cuan­do no to­do ello a una so­la voz. El mun­do adul­to se­ría aque­lla di­men­sión del ser don­de vi­vi­mos ba­jo la con­si­de­ra­ción de nor­mas so­cia­les que se nos im­po­nen co­mo reali­da­des ob­je­ti­vas ab­so­lu­tas. Es por ello que si pre­ten­de­mos en­trar den­tro del mun­do de Lewis Carroll de­be­mos ha­cer­lo des­de una pre­mi­sa bá­si­ca que re­co­rre to­da su obra: no hay un sen­ti­do es­tric­to ra­cio­nal en­tre sus pá­gi­nas, to­do es­tá ar­ti­cu­la­do den­tro de la ri­ca tra­di­ción del non­sen­se.

En la li­te­ra­tu­ra el non­sen­se, el sin sen­ti­do, se­ría aquel jue­go del len­gua­je con­sis­ten­te en re­tor­cer las for­mas sin­tác­ti­cas o se­mán­ti­cas pa­ra for­zar pres­ti­di­ga­cio­nes li­te­ra­rias que sean ab­sur­das, ge­ne­ral­men­te pa­ra aden­trar­nos en la iló­gi­ca de lo que se nos pre­sen­ta. Ese es el ca­so de Lewis Carroll al ci­men­tar to­da su obra en es­ta ma­gia de la dis­tor­sión, del sin sen­ti­do, pa­ra cons­truir un re­la­to que sea co­mo la mi­ra­da de un ni­ño: ino­cen­te, va­cia­da de im­po­si­cio­nes ló­gi­cas, sin la ne­ce­si­dad de la bús­que­da de la co­he­ren­cia en el mun­do pa­ra con los de­más. O en pa­la­bras de Virginia Woolf: so­lo Lewis Carroll nos ha mos­tra­do el mun­do tal y co­mo un ni­ño lo ve, y nos ha he­cho reír tal y co­mo un ni­ño lo ha­ce.

El non­sen­se, el sin sen­ti­do, se ad­quie­re en in­glés, en su idio­ma ori­gi­nal, en tan­to los re­true­ca­nos van re­tor­cien­do el sen­ti­do ha­cién­do­lo so­no­ra­men­te di­ver­ti­do, pro­du­cien­do ri­mas que ca­re­cen de sen­ti­do o por la me­ra ca­den­cia par­ti­cu­lar que, en úl­ti­mo tér­mino, van de­fi­nien­do a ca­da per­so­na­je. Sin em­bar­go en su tra­duc­ción, co­mo es ob­vio, se pier­de to­do ma­tiz del len­gua­je ca­den­cial que pue­da te­ner que­dan­do en és­te sin sen­ti­do su for­ma más pu­ra de dis­lo­ca­ción del len­gua­je: el tex­to ca­re­ce de ló­gi­ca in­ter­na a ojos del lec­tor. Cuando un Dodo pro­po­ne a to­dos los pre­sen­tes ha­cer una ca­rre­ra en co­mi­té, una ca­rre­ra sin re­glas don­de ca­da uno em­pie­za y aca­ba don­de y co­mo le pla­ce sien­do to­dos ga­na­do­res al fi­nal, ve­mos un com­ple­to sin sen­ti­do que es im­po­si­ble de ra­cio­na­li­zar por nues­tra ló­gi­ca pro­pia. Los jue­gos tie­nen una se­rie de nor­mas que, ade­más, no se pue­den vio­lar ya que de­ja­ría de ser un jue­go si se vio­la­sen; es­to, que es pro­pio de la ló­gi­ca adul­ta, es una com­ple­ta fa­la­cia. Un ni­ño, o un de­men­te ‑o, en ge­ne­ral, cual­quier per­so­na de pen­sa­mien­to desestructurado‑, pue­de en­fras­car­se en un jue­go en el cual ca­da uno ha­ga lo que le plaz­ca mien­tras to­dos es­tén en el pro­ce­so mis­mo de jue­go. Este no se­rá un jue­go con ob­je­ti­vos, o no con un sen­ti­do ulterior-universal real, por lo cual no ten­dría sen­ti­do pe­ro, en úl­ti­mo tér­mino, lo en­ten­de­mos en sí mis­mo; al aden­trar­nos en el jue­go sa­be­mos que es un jue­go, in­clu­so si es un jue­go di­ver­ti­do, aun­que no en­ten­da­mos que ri­ge sus flujos.

En el len­gua­je ocu­rre exac­ta­men­te lo mis­mo que en el jue­go del Dodo en tan­to vio­la la nor­ma­ti­vi­dad vi­gen­te y, ade­más, tie­ne sen­ti­do en sí mis­mo. Esto sig­ni­fi­ca que aun cuan­do el len­gua­je vio­la sis­te­má­ti­ca­men­te cual­quier no­ción de ló­gi­ca lin­güís­ti­ca, con­ju­gan­do mal o prac­ti­can­do gi­ros en su for­ma que pu­die­ran con­si­de­rar­se in­co­rrec­tos, no po­de­mos afir­mar nun­ca que ca­rez­ca de sen­ti­do; en el non­sen­se de Carroll hay un sen­ti­do en sí mis­mo en tan­to la irra­cio­na­li­dad de su len­gua­je es el sen­ti­do del len­gua­je. Cuando Alicia, úni­co per­so­na­je ra­cio­nal de la aven­tu­ra, cre­ce y de­cre­ce de for­ma más o me­nos alea­to­ria por to­mar tal o cual me­jun­je es­ta­mos an­te una des­ar­ti­cu­la­ción de to­do sen­ti­do mí­ni­mo que se le su­po­ne al len­gua­je; las ni­ñas no cre­cen y de­cre­cen por co­mer o be­ber co­sas, pe­ro sin em­bar­go a Alicia, pa­sa­do el pri­mer te­rror ini­cial, es­to no pa­re­ce re­sul­tar­le más que una bre­ve mo­les­tia, ¿por qué? Porque sa­be que es nor­ma­ti­va­men­te ade­cua­do den­tro de la ló­gi­ca in­ter­na de su nue­vo mun­do. En tan­to asu­me que en es­te mun­do es po­si­ble que las ni­ñas crez­can o de­crez­can al be­ber o co­mer co­sas ella acep­ta tá­ci­ta­men­te que eso es al­go po­si­ble y, por tan­to, no vio­la nin­gu­na ló­gi­ca in­ter­na del mundo.

Cuando ha­bla­mos del non­sen­se, en cual­quie­ra de sus sen­ti­dos, ha­bla­mos de que el es­cri­tor im­po­ne su pro­pia ló­gi­ca in­ter­na. Normativamente el mun­do o el len­gua­je pue­den ser de uno u otra ma­ne­ra pe­ro él, co­mo un ni­ño o un lo­co, se des­em­ba­ra­za de esa ló­gi­ca que le opri­me pa­ra cons­truir aque­llo que de­sea cons­truir co­mo de­sea cons­truir­lo. Cuando el ni­ño jue­ga un jue­go que pa­ra los adul­tos ca­re­ce de to­do sen­ti­do y, si otros ni­ños lo com­pren­den y son ca­pa­ces de unir­se, es por­que de he­cho hay una ló­gi­ca nor­ma­ti­va in­ter­na del jue­go pe­ro que es aje­na de la ló­gi­ca nor­ma­ti­va im­pues­ta por la so­cie­dad. Por ello co­sas co­mo que só­lo pue­de ha­ber un ga­na­dor, que to­dos tie­nen que ha­cer lo mis­mo ba­jo las mis­mas con­di­cio­nes (en el jue­go) o que no se pue­den unir cier­ta con­jun­ción de pa­la­bras (en el len­gua­je) son con­ven­cio­nes so­cia­les; nor­mas, no leyes.

Bajo es­ta con­di­ción de­be­ría­mos en­ten­der que Alicia en el país de las ma­ra­vi­llas, que el país de las ma­ra­vi­llas, no es tan­to un sin sen­ti­do di­ver­ti­do o un cuen­to pa­ra ni­ños co­mo la fá­bu­la de un uso nor­ma­ti­vo di­fe­ren­te del len­gua­je y las con­ven­cio­nes so­cia­les. Para los ha­bi­tan­tes del país de las ma­ra­vi­llas es to­tal­men­te na­tu­ral bai­lar con gam­bas gi­gan­tes, que ha­ya es­cue­las ba­jo el mar o con­si­de­rar que la ce­le­bra­ción de los no-cumpleaños es al­go ló­gi­co lo cual, den­tro de la ló­gi­ca nor­ma­ti­va de nues­tra so­cie­dad, es un com­ple­to ab­sur­do que no nos lle­va a nin­gún la­do. Sin em­bar­go, cuan­do lee­mos el li­bro, lo en­ten­de­mos. Esto es así por­que to­do es­to no son más que nor­mas que vio­la­mos por­que, a su vez, es­ta­mos res­pe­tan­do otras nor­mas di­fe­ren­tes: los ha­bi­tan­tes del país de las ma­ra­vi­llas nos re­sul­tan tan irra­cio­na­les a no­so­tros co­mo no­so­tros les re­sul­ta­ría­mos a ellos. ¿Qué sig­ni­fi­ca es­to? Que no po­de­mos juz­gar el sin sen­ti­do de las so­cie­da­des aje­nas des­de nues­tra pers­pec­ti­va, sim­ple y lla­na­men­te, por­que ese sen­ti­do es nor­ma­ti­vo y, por ex­ten­sión, una cons­truc­ción so­cial. Aun cuan­do la so­cie­dad nos obli­gue a creer lo con­tra­rio si no que­ra­mos ser con­si­de­ra­dos irra­cio­na­les, o lo que es lo mis­mo: lo­cos, ni­ños, en­fer­mos o estúpidos.

Ahora bien, ¿por qué de­cía la gran Woolf que nos ha mos­tra­do el mun­do tal y co­mo un ni­ño lo ve? Porque el ni­ño es­tá más allá de las con­ven­cio­nes so­cia­les. Este ve com­ple­ta­men­te ló­gi­co crear jue­gos no re­gi­dos por una nor­ma­ti­vi­dad es­tan­ca­da del mis­mo mo­do que no ve ex­tra­ño ha­cer usos crea­ti­vos del len­gua­je pa­ra ex­pre­sar lo que, de otra for­ma, no se­ría ca­paz de ex­pre­sar; el sin sen­ti­do del mun­do in­fan­til es el mis­mo que el del lo­co, el ar­tis­ta o el fi­ló­so­fo: una reali­dad que se es­ca­pa en­tre los de­seos y es im­po­si­ble de ex­pli­car sin vio­lar las nor­mas socio-lingüísticas. Por eso Lewis Carroll asu­me el non­sen­se co­mo for­ma­to esen­cial pa­ra to­do su re­la­to, por­que de he­cho só­lo en la for­ma se po­día plas­mar la ne­ce­si­dad de vio­lar to­da ló­gi­ca pa­ra com­pren­der la men­te de aque­llos que ven más allá de las nor­mas y su apli­ca­ción. Si Lewis Carroll que­ría ha­cer una no­ve­la pa­ra ni­ños de­bía plas­mar el au­tén­ti­co pen­sa­mien­to de los ni­ños an­tes de ser aplas­ta­do por la nor­ma­ti­vi­dad adul­ta, y pa­ra ello de­bía de ca­re­cer de sen­ti­do nor­ma­ti­vo en for­ma y fon­do aque­llo que él escribiera.

Y en esa sis­te­má­ti­ca vio­la­ción de las nor­mas se es­ta­ble­ce una ló­gi­ca más fi­na, más pro­fun­da, en la que no hay le­gis­la­ción po­si­ble pa­ra la re­la­ción del hom­bre con el mun­do; el sin sen­ti­do do­mi­na el mun­do, por­que de he­cho lo que do­ta de sen­ti­do al mun­do son las con­ven­cio­nes que asu­mi­mos las per­so­nas con res­pec­to de él en ca­da oca­sión que se nos pre­sen­ta. Intentar en­ten­der to­do lo que hay de­trás del pa­rís de las ma­ra­vi­llas de otra ma­ne­ra ten­de­rá, de for­ma irre­so­lu­ble, ha­cia el fracaso.

 link del artículo 

 

 

otro autor algo olvidado es Jonathan Swift con sus viajes de Gulliver:

 

 

Luego de ser capturado por piratas, el capitán y doctor Gulliver se

refugia en una isla rocosa de donde es rescatado por los habitantes de una

enorme isla voladora. Es el reino de Laputa: "

...

el Lector difícilmente

pueda comprender mi Asombro al ver una Isla en el Aire, habitada por

Hombres, que podían (como parecía ser) elevarla, o bajarla, o ponerla en

progresivo Movimiento, según les apeteciera"

_2

Los laputenses sólo se interesan por la Matématica y la Música (dos verdades eternas e

inmutables); parecen vivir en el aire, totalmente ignorantes de las

cuestiones prácticas, "sus Cabezas estaban reclinadas hacia la Derecha, o

hacia la Izquierda; uno de sus Ojos vuelto hacia adentro, y el otro

directamente hacia el Zenith" (GT 132). Sus trajes están adornados con

figuras del sol, la luna y las estrellas, combinadas con violines, flautas,

arpas y trompetas; los alimentos tienen formas geométricas o de

instrumentos musicales; y al alabar la belleza de una mujer lo hacen

refiriéndose a rombos, círculos, o paralelogramos (GT 132-136). Sus casas

están muy mal construidas porque desprecian la geometría práctica por

vulgar y mecánica, y dan a los obreros instrucciones demasiado abstractas

y sofisticadas que los obreros encuentran totalmente incomprensibles

 

se nombran como autores del nonsense a

 

Ramón Gómez de la Serna, Eduardo Chicharro, Vicente Huidobro, León de Greiff, Julián Ríos, Oliverio Girondo, Jorge Enrique Adoum y Guillermo Cabrera Infante, James Joyce…

 

Como tantos otros es un tema en el que nos podemos ir por muchas ramas:

 

hacia la literatura infantil

hacia el surrealismo

hacia el teatro del absurdo (con autores como Ionesco y Becket)

el movimiento pánico:

 

Fernando Arrabal:

 


VELETA DE DADÁ

Autoestopista tambaleado por el pasar

mañana sobre la cuerda floja sin red;

miedo en posibles tropiezos de trapecista

embriagado de cobardía en suspensión.

Vértigo¡, bien escaso, don de aferrados

a su cuna original , génesis de tu miedo

dadaísta que salva vidas sin agua hasta

el cuello que amenace el seguir en pie,

en línea recta firme hacia tu cielo añil-

-fuerte contra el embarrado suelo de

aquellos maravillosos años funámbulos.

Catar con tu úvula inflamada por bazofia tribal

el sentir tierra entre tus dientes, cribada

por el sinsabor de tus encías rosadas tornándose

vivazmente en rojo sangre pausada, lenta

en su fluír por tu barbilla dormida contra el

suelo,cama única del autoestopista cansado

de tomar la dirección que marca el viento muerto.

 

 

pensando el tema escribí un experimento propio:

 

un policía de lluvias

naturalmente caminando por los techos

y arrancando pedacitos de membrana despegada

se encuentra en una teja con su hermana

convertida en pájaro pequeño de estación

el policía se saca una araña de la boca

que se acerca a al pájaro y le pregunta

existe el Otro?

en eso un pelota de fútbol gigante arrasa con ellos y la ciudad

y no queda nadie

 

 

desde la literatura hasta : "Seriola con techito por si llueve" de Carlitos Balá 

tanto en mundo niño como en mundo adulto

 

y termino con un  limericks y una proclama  de Elsa Bornemann de su libro Disparatario

 

¡Que ostentosa que es doña Irene :
una casa tan, tan grande tiene
que cuesta creer,
pues empieza ayer
y termina el año que viene!

/

IS PA RATA RIO

Un tris te dis pa ra ta rio

nues tro ex ten so mun do es.

Se gún lo pu bli ca el dia rio,

to do, to do es tá al re vés.

Ju gue mos a ima gi nar

un be llo dis pa ra ta rio,

don de po der des ho jar

la ri sa, del ca len da rio.

Ima gi na, ima gi na dor,

una lu na ena mo ra da

de un tren ci to vo la dor

y que eres el pa ya dor

de un pa tio in ter pla ne ta rio...

Ima gi na, ima gi ne ro,

una al dea hip no ti za da

por un cón dor gui ta rre ro;

que la paz es pan ca se ro

y no un cuen to ex traordi na rio...

Un be llo dis pa ra ta rio

yo te in vi to a cons truir

(si es un mun do ima gi na rio,

na die lo pue de pro hi bir...)

In ven ta otra rea li dad,

pues de poe ta y de lo co,

de ga nas de li bertad,

to dos te ne mos un poco

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